Acoso, abuso sexual, golpes, señalamientos, juicios. Todos esos términos forman parte del bullying que miles de niños sufren todos los días en las escuelas de América Latina.Para erradicar el problema, se trabaja psicológicamente con víctimas y acosadores, pero en Finlandia, están tomando en cuenta un personaje que ha provocado que el bullying disminuya en un 80%: el testigo del acoso.A través de un programa social llamado KiVa (acrónimo de Kiusaamista Vastaan, que significa “en contra del bullying”), se trabaja con los testigos como parte importante del acoso escolar. Este personaje se ha ignorado en los tratamientos psicológicos en donde se toma en cuenta tanto a víctimas como a acosadores pero no a los observadores del maltrato.Ha sido tal su éxito que KiVa ya es aplicado en veinte países europeos y en América Latina han decidido implementarlo naciones como Argentina, Perú, Colombia y Chile.Para entender la importancia del testigo, ellos tienen el poder de reforzar la conducta del agresor al callar el abuso o reírse de él. El principal objetivo de este programa, explicó Francisca Isasmendi, encargada de aplicar el programa en una escuela argentina, es hacer que el testigo tome conciencia de su rol en casos de bullying, así sea un papel pasivo el que tenga en estas situaciones.
Cuando el acosador deja de encontrar apoyo en los testigos, detiene sus agresiones. Al victimario le gusta que lo vean, que se rían de cómo humilla a los demás con sus acciones. Cuando el testigo para de apoyar y lo dejan solo, entonces deja de agredir.Sin confrontarlos, los equipos que son entrenados para combatir el bullying en las escuelas, trabajan por separado con víctimas, acosadores y testigos.El principal impacto que tiene este programa en las acciones de testigos y víctimas, obliga al acosador a detener su violencia porque ya no le parece divertido si los demás no reaccionan como él espera.Uno de los principales cuestionamientos era cómo hacer que funcione en América Latina, un programa hecho para una cultura tan diferente como la finlandesa.La clave está en incluir a la familia en los tratamientos. En América Latina se buscan culpables mientras que en Finlandia hacen que colaboren. La diferencia está en que los padres de los niños latinoamericanos deben dejar de culpar a la escuela y la escuela dejar de culpar a los padres, para ponerse a trabajar en conjunto y así solucionar el problema.Además, a los niños se les enseña que no cualquier situación debe llamarse bullying. Toman como normal un conflicto entre dos personas, no así el de una persona violentando a otra. Se les enseña también a denunciar si en algún momento se sienten incómodos con alguna situación.El trabajo también incluye a los padres para que no minimicen los acercamientos que sus hijos intentan con ellos. El decir que “esas cosas son normales entre niños” es no darle la importancia a un asunto que posteriormente hace que el niño guarde silencio y transite su vida escolar con miedo.A un año de haberse aplicado ese programa en algunos países de América Latina, es difícil cuantificar el impacto que ha tenido en las escuelas, pero es evidente, según los testimonios de los profesores de las instituciones en donde se ha aplicado, que el ambiente ha mejorado desde que comenzaron con su aplicación.KiVa pretende ser tomada como una filosofía de vida para los pequeños que sufren bullying, para los que lo practican y también, para aquellos que lo observan.
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