Las religiones tal y como las conocemos, llamadas “organizadas”, surgieron tras el desarrollo de la agricultura y el surgimiento de los primeros estados que estaban preocupados por mantener un orden en el mundo y establecer lo que los hombres y las mujeres podían o no hacer.
Para lograr este propósito comenzaron a lanzar numerosas prohibiciones y mecanismos de adoctrinamiento, en donde las élites religiosas establecieron los límites entre el bien y el mal.
Dentro de estas normas de convivencia, los seres humanos ocupamos un lugar que nos coloca muy por encima de otros seres vivos, como las plantas y animales, y tenemos derecho de utilizarlos como una moneda de cambio, todo gracias a una imposición “divina”.
Pero como en todo, siempre existen excepciones y en el caso de las religiones que no respetan como deberían a los seres vivos no humanos, la que rompe el esquema es el jainismo.
El jainismo es un conjunto de creencias ancestrales que se practican desde el siglo IV a.c, las cuales provienen desde la época védica y en la actualidad siguen siendo practicadas por más de cuatro millones de personas en la India.
Los jainistas predican que el camino hacia la liberación y la gloria en la vida es precisamente tener vidas en las que no le hagan daño a nadie, aunque esto implique renunciar a casi todo.
La esencia de esta religión es la preocupación por la salud y el alma de cada ser vivo y del universo por completo; no tienen dioses ni otros seres espirituales, pero se rigen bajo la creencia de la reencarnación; y no se trata sólo de palabrerías, el “amor” por las plantas y los animales lo llevan a la práctica.
Ellos practican un concepto que Gandhi incorporó a sus discursos y propuestas de sistema: ahimsa, que quiere decir “principio de no violencia”; esto es lo que lleva a los jainistas a autoconsiderarse el pueblo menos violento del mundo.
Ejemplo de esto es que los monjes acostumbran estar desnudos porque la ropa está hecha de fibras de planta y ellas también son seres vivos que no pueden dañar; se alimentan de lo más mínimo y algunos de ellos son ascetas, es decir, personas que renunciaron a todo tipo de placer terrenal.
El jainismo es la cuarta religión más practicada en la India y tiene una división llamada digambara, la cual se identifica porque sus fieles sólo poseen unas escobas hechas de plumas de pavo, las cuales son recogidas hasta que el ave las tira de forma natural, y algunas calabazas secas para almacenar agua.
Los svetembara o “vestidos de blanco” son otra rama de la religión jainista y ellos acostumbran poner mascarillas en sus bocas para evitar la inhalación de insectos, barren suavemente el suelo por donde van a caminar y, para no matar seres microscópicos, beben agua poniendo un pañuelo como filtro protector.
Pero aunque sus medidas extremas de protección a los seres vivos suene casi increíble, el punto flaco de esta religión es el papel que tienen las mujeres, pues ellos consideran que las almas no pueden ser libres hasta que consiguen reencarnar como hombres.
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