Actualmente, Marte es un planeta extremadamente seco y frío y tiene un ambiente que hace imposible pensar que el ser humano o cualquier tipo de vida pueda desarrollarse en él. Al menos no ese tipo de vida que conocemos en la Tierra. Sin embargo, los científicos están convencidos que, así como se transformó nuestro planeta, Marte también sufrió cambios y no siempre fue como ahora.
Un estudio publicado en la revista científica PNAS utilizó algunas pruebas enviadas por el robot de la NASA Curiosity para poder ofrecer algunas pistas sobre cómo era el Marte Primitivo, basándose en la escasa cantidad de dióxido de carbono que se encontraron al analizar sedimentos antiguos en el cráter Gale, una de las zonas exploradas por el instrumento de la agencia espacial.
Las conclusiones de este estudio afirman que esa zona de Marte pudo albergar un lago glaciar rodeado de enormes masas de hielo, lo cual sería un entorno muy similar al del Ártico de la Tierra.
“Con el poco CO2 que se han encontrado en los sedimentos de Gale, los modelos atmosféricos predicen temperaturas medias por debajo de -50C”, explicó en entrevista para El Mundo Alberto Fairén, miembro del Centro de Astrobiología de España y parte del equipo de investigadores sobre Marte. “Pero algo se nos escapa, porque Curiosity ha descubierto en esos mismos sedimentos evidencias geomorfológicas de lagos duraderos, deltas y torrenteras bajo un clima no muy frío hace 3 mil 500 millones de años”.
Además detalla que esa es la contradicción que plantea el artículo, y que en este momento no saben resolver, pero una alternativa es que fuera un lago glaciar, en un ambiente muy frío, como los polos de la Tierra que conocemos hoy.
Esta posibilidad está siendo considerada seriamente, pero no se tiene una respuesta final, reconoce Fairén, y que espera poder responder a esa cuestión con más investigación en el futuro. “Por eso precisamente es un gran avance. La ciencia es una serie de preguntas, no un catálogo de respuestas”.
Curiosity es un laboratorio andante, por lo que las muestras que recoge las procesa en ese mismo momento, antes de enviar los resultados a la NASA; para hacer esta investigación, el robot-laboratorio tomó rocas de la superficie y de hasta cinco centímetros de profundidad, que es el máximo que puede perforar.
“A partir de ahí, los investigadores analizamos los datos, y los utilizamos para generar modelos que puedan que puedan responder preguntas”, explica Fairén, quien también fue investigador de la NASA durante seis años.
Aunque cada vez se conocen más datos sobre “el planeta rojo”, las respuestas sobre cómo y porqué cambió tanto, siguen siendo una gran incógnita.
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