Ubicada en “el fin del mundo” la provincia de Tierra del Fuego en Argentina, considerada un lugar paradisíaco, ve amenazada su existencia por una horda de castores que se cuenta por miles y que están devorando miles de árboles en la región.
El crecimiento exponencial y sin control de castores canadienses —cuya población se multiplicó 5 mil veces en relación al número original que existía hace 70 años— está provocado la extinción de sauces y álamos que dominan el paisaje, cortados por los castores con desesperación para construir sus diques.
Se estima que para alcanzar los 15 metros, cada uno de estos árboles necesita entre 80 y 100 años, tiempo con el que no cuentan ya que los castores los derriban mucho antes de que puedan crecer.
Además, esta especie exótica e invasora de castores es la responsable de talar un área boscosa equivalente a dos veces el tamaño de la ciudad de Buenos Aires, equivalente a 31 mil 500 hectáreas.
La amenaza comenzó hace 70 años, cuando un grupo de la Armada Argentina liberó a 20 castores con la finalidad de fomentar la industria de pieles y darle un impulso a una economía prácticamente inexistente.
No obstante, estos roedores que aparentemente no representaban ningún tipo de riesgo, hoy son considerados una amenaza ambiental por el gobierno argentino que ya cuenta con un plan violento y sanguinario para acabar con el problema.
El equipo responsable de erradicar a los castores estará conformado de diez personas que caminarán el bosque diariamente para revisar si los castores fueron atrapados en trampas y en su caso, los roedores recibirán un golpe rápido en la cabeza para garantizar una muerte “sin dolor”.
Los científicos buscaran sacar a todos los castores en ocho áreas, teniendo en cuenta que hay una o dos colonias de castores por cada kilómetro de río. La idea es que el equipo de caza cubra el territorio en aproximadamente un mes y medio.
Esta fase, en la que se espera matar entre 5 mil y 10 mil castores, alrededor del 10 por ciento de la población, servirá para calcular costos y tiempo de la operación que acabará con los 100 mil descendientes de los 20 castores que llegaron hace siete décadas. La misión de rescatar los bosques nativos de la Tierra del Fuego se le asignó al Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic) en conjunto con la Secretaría de Ambiente y cuenta con el apoyo financiero de la Organización de las Naciones Unidas.
Sin embargo, los encargados del proyecto no la tendrán fácil, ya que al reto de hacer desaparecer a los castores, se le suma un reclamo social y turístico que busca defender a la especie, la cual es uno de los principales atractivos de la provincia. Este tipo de acciones para erradicar la sobrepoblación de especies invasoras no son un fenómeno nuevo. En 2013 las autoridades australianas se vieron obligadas a sacrificar a cerca de 700 koalas en el Cabo Otway, a unos 230 kilómetros al suroeste de la ciudad de Melbourne, debido a “problemas de superpoblación”.Por último, puede parecer difícil considerar un proyecto que busca asesinar a más de 10 mil castores como una medida ambientalista. No obstante, a pesar de la brutalidad y el salvajismo de las acciones que se buscan emprender en contra de esta especie, el daño que estos mamíferos pueden provocar a la flora y fauna de la región patagónica son mucho más perjudiciales que la muerte de unos cuantos miles de castores.
Esto no quiere decir que matar a estos animales sea lo correcto, sin embargo, mientras los humanos no hagamos conciencia de cómo nuestras acciones alteran el ciclo natural del planeta, seguiremos viendo masacres innecesarias para controlar problemas que, en un principio, no debieron ser provocados.
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