En Brasil, cada día aumenta la presencia de manifestantes en las calles que expresan su disgusto por el mal gobierno del presidente interino Michel Temer; las voces de un pueblo unido han tenido los resultados deseados, desde la destitución en 2016 de la exmandataria Dilma Rousseff a través de un juicio político, hasta el encarcelamiento de funcionarios que utilizaron el dinero de las arcas gubernamentales para enriquecerse a ellos y a un selecto grupo de amigos.
Con una creciente delincuencia en las favelas, con un número hasta el momento indefinido de adolescentes que han muerto por culpa de balas perdidas en los enfrentamientos entre cárteles de la droga y una pobreza nuevamente generalizada por el saqueo desmedido del dinero público, entre una larga lista de factores derivados de la corrupción, provocó que la ciudadanía carioca pusiera un límite a su tolerancia para buscar todas las alternativas posibles que les otorgue un verdadero representante que vele por sus intereses.
Al grito de “Diretas Já” (elecciones ya) los movimientos sociales, sindicatos y la izquierda han expresado la necesidad de iniciar el proceso electoral que se tiene previsto hasta el 2018, la espera está desesperando a cientos de manifestantes que buscan una alternativa ante los constantes casos de corrupción, sobornos y desvío de recursos por parte del gobernante partido social democrático.
La administración de Michel Temer se encuentra sujeta de un hilo muy delgado después de revelarse una grabación donde charló con Joesley Batista, el presidente de la empresa más grande de cárnicos del país, donde autoriza un soborno para un diputado que actualmente se encuentra en la cárcel; en el audio Temer pide que cierto excongresista “no diga lo que sabe”. El actual presidente aseguró que el mencionado audio está manipulado y solicitó a la suprema corte que no se investigue el caso, y efectivamente, los más altos jueces del país obedecieron al suspender el proceso.
Las reacciones no se hicieron esperar, siendo los legisladores de la oposición los que solicitaron el impeachment (juicio político) y que se adelanten las elecciones presidenciales. Hace un año, Temer era el vicepresidente y la mano derecha de Dilma quien vio como los propios jueces de la exmandataria la acusaron de no tener las condiciones para gobernar el país, dejándolo en el cargo de manera interina pero nuevamente el máximo representante en el ejecutivo federal de Brasil podría correr con la misma suerte de su antecesora. La influencia política de la oposición representa una cuarta parte de los votos en la cámara baja del congreso brasileño, el delito que enfrentaría Temer en el impeachment sería el ocultamiento de información y corrupción tras no revelar qué platicó en esa misteriosa llamada telefónica.
En asfalto de las principales ciudades brasileñas está hirviendo por el calor humano que despiden en las concentraciones que piden nuevamente se destituya al presidente, las protestas en el país han alcanzado una afluencia de millones cuando la ciudadanía se cansó de la corrupción vinculada al caso de la paraestatal petrolera PetroBras, donde la principal vinculada a los sobornos y actos de corrupción fue Dilma Rousseff. Actualmente las manifestaciones no están alcanzando el mismo volumen de participación pero mantienen una constante presión para la salida de Temer, quien según las encuestas tiene apenas un nueve por ciento de aprobación por parte del sector empresarial.
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