Ser diferente determina la relación con el entorno y la manera de concebirlo. Representa la lucha constante por obtener un espacio, un lugar, al cual pertenecer. Quizá, la acondroplasia sea una de las mutaciones genéticas que más se ven pero de las que menos se habla, admira y respeta.
La acondroplasia es un trastorno genético que afecta el crecimiento óseo. Las irregularidades fenotípicas son visibles desde el nacimiento. Se presenta en uno de cada 25 mil nacimientos y no distingue entre sexos ni color de piel. Los niños con acondroplasia tienen un torso relativamente normal y piernas y brazos cortos. La relación que la gente ha tenido con este transtorno no es fruto de la crueldad, sino de la ignorancia.
Las personas con acondroplasia pueden desarrollar actividades comunes, pero deben enfrentarse a un entorno organizado y pensado para personas de estatura alta. Pero hay personas bajo esta condición que se desarrollan una vida “normal” mirando hacia arriba.
Lizeth Arauz Velasco, fotógrafa documentalista independiente mexicana, realizó: Mirar hacia arriba, una serie sobre personas bajo esta condición; gente que demuestra que la percepción del mundo cambia de acuerdo a los ojos con los que miramos.
Con la serie Mirar hacia arriba, Lizeth obtuvo el Premio de Periodismo Cultural Fernando Benitez 2005. Este trabajo, que se exhibe en la Fototeca Nacional del INAH, en Pachuca, hasta mayo próximo, explora la realidad de quienes viven con estatura baja o enanismo.
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