Esta mañana, el Parlament de Cataluña aprobó la resolución para declarar su de España e iniciar un proceso constituyente con una votación secreta de 70 sufragios a favor, 10 en contra y 2 abstenciones. Pocas horas antes, los independentistas catalanes advirtieron al presidente del gobierno central español, Mariano Rajoy, que no reconocerían su autoridad en Cataluña. Ahora, iniciará el proceso para «acabar con la redacción y aprobación de la constitución de la república».
La trifulca de desentendimiento social entre el Estado español y el Govern de la comunidad autónoma de Cataluña denota un caso de confrontación excepcional por la coyuntura impregnada en sus diferencias políticas. Desde el lenguaje, la represión y censura histórica hasta la desobediencia civil, la cultura y el concepto de Estado han llevado a estos dos actores a protagonizar un fenómeno antagónico único en nuestros días.
Esta mañana, el Parlament de Cataluña aprobó la resolución para declarar su de España e iniciar un proceso constituyente con una votación secreta de 70 sufragios a favor, 10 en contra y 2 abstenciones. (Foto: Reuters)
El primero de octubre, el líder del gobierno catalán, Carles Puigdemont, convocó a todos los catalanes a participar en el referéndum que daría apertura a un proyecto de independencia y autonomía. Esta celebración es considerada ilegal e inconstitucional por el gobierno central, pero válida y democrática para los catalanes.
“No habrá referéndum” vs “o referéndum o referéndum”, fueron las frases tanto de Mariano Rajoy, presidente del gobierno central, y Puigdemont, respectivamente, quienes incentivaron y fortalecieron el sentimiento independentista que inició 7 años atrás, pero que también despierta los fantasmas de la represión dictatorial del oscuro pasado español. Pero, ¿por qué Cataluña demanda libertad e independencia?
Contexto histórico
Desde la época medieval y hasta el renacimiento, el entonces condado de Barcelona se vio envuelto en una serie de uniones matrimoniales que relacionaron a los nobles y al clero, específicamente en relaciones maritales-política que crearon alianzas dinásticas entre los principados de los reinos de la península ibérica y que conformaron lo que ahora es España. De ahí nace el apego geopolítico de Cataluña al Estado español.
Unión de la reina de Aragón y Conde de Barcelona. (Foto: El Nacional)
Durante ese proceso, Cataluña se moldeó a través de las instituciones locales, las cortes regionales y la Generalitat, adoptando el catalán como lengua oficial pero sin desdeñar el castellano. La primera confrontación política entre España y Cataluña se da entre el rey Felipe V en Madrid y Carlos III, apoyado por la Generalitat, dando lugar a la Guerra de Sucesión que terminó en 1714 con el triunfo de Felipe, quien ordenó abolir el catalán y las instituciones.
Pero estos decretos reales no fueron suficientes para hacer desaparecer el lenguaje. Al contrario, eso incentivó el sentimiento regional que fue creciendo progresivamente a través de los años creando el “Catalanismo Político”.
En la primera mitad del siglo XX, Cataluña presenció un auge liberal tras la proclamación de la Segunda República Española; libertades efímeras que culminaron en la represión absoluta con la llegada de Francisco Franco al poder y el autoritarismo fascista, que endureció la prohibición del catalán y la desmantelación institucional, así como la persecución, el exilio, los encarcelamientos y fusilamientos de los políticos republicanos e intelectuales catalanes.
En 1979, la transición política vio nacer la constitución actual y la división de las 17 comunidades autónomas. La Generalitat y opinión pública catalana aseguraron que la distribución financiera del gobierno central era desigual y perjudicaba su economía.
Cataluña se moldeó a través de las instituciones locales, las cortes regionales y la Generalitat,
adoptando el catalán como lengua oficial pero sin desdeñar el castellano(Foto: Pinterest)
Historial de referendos
El primer indicio de sentimiento autónomo contemporáneo inició en 2006, cuando el Parlament propuso y aprobó una reforma al estatuto de autonomía con el objetivo de diseñar un nuevo sistema de financiamiento. Como respuesta, el Estado español editó el estatuto y modificó prácticamente nada de lo que el Parlament propuso, por lo que en 2010 la gente salió a protestar en Barcelona.
Tras la llegada y agudización de la crisis económica europea en 2011, el Estado central recortó los servicios básicos, el desempleo se disparó y la desigualdad social se endureció, acompañado de la ventilación de casos de corrupción que involucran a ambos gobiernos.
Entre los problemas económicos y la corrupción campante, los catalanes comienzan a reflexionar que la independencia era la única solución al problema. La idea del nacimiento de una nueva nación más libre y justa comienza de ser una idea utópica hasta desembocar en un proyecto político viable.
El primer acercamiento entre el Govern y el Estado español para negociar y dialogar para llegar a un acuerdo común se da en 2012 en la Moncloa, reunión en la que no se llegó a ningún acuerdo entre las dos partes negociadoras, por lo que el sentimiento independentista alcanzó una aprobación de 46 por ciento en 2013, según datos del Registre d’Estudis d’Opinió.
Referendo 9 noviembre 2014. (Foto: RT)
En 2014 inicia el conocido Procés, donde se estableció que el decreto de convocatoria sería el 9 de noviembre de ese año para que el poble de Catalunya decidiera sobre su futuro político. «Ese referéndum pretende engendrar una soberanía que no existe», declaró en su momento Mariano Rajoy en el Parlamento después de conocer la postura de la Generalitat, generando los primeros roces políticos reales entre Madrid y Barcelona.
En noviembre vota el 39 por ciento del electorado catalán dando lugar al triunfo el Sí para la independencia, la mayoría absoluta, según datos de Ruptly. El Estado español acusó al Procés de dividir a la sociedad española calificándola de separatista y argumentando que es anticonstitucional apoyándose en el artículo 2.
Panorama político
De hecho la misma constitución refuta el derecho a la autodeterminación, la idea de reformar dicho artículo es innegociable para las esferas políticas más influyentes, desde los partidos de derechas como el Popular, hasta la decisión de proponer dicha ley desde la Moncloa. Los candados legislativos para reformar la constitución recaen en la votación de un referéndum nacional y dadas las circunstancias actuales, es prácticamente inviable.
Después de los hechos del 1-O en Cataluña, la postura del Estado español de actuar con violencia e intolerancia hacia la sociedad desarmada recuerda la censura desenfrenada y represora de los tiempos del “caudillo” ante la antítesis dialéctica del Govern en su lucha por la democracia y la autodeterminación dando lugar al diálogo estropeado y las negociaciones arrumbadas.
¿Qué triunfará al final: la desobediencia civil por la autodeterminación o la constitucionalidad irreformable que clama por la unidad nacional?
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