Así trabajan los polleritos, niños traficantes de migrantes

Inhala; el ambiente es tenso y el aire espeso, pero hay que contener el temblor en el cuerpo que provoca el miedo. Exhala; llegó el momento, de forma sigilosa hay que llegar hasta el límite del país. No sólo está cuidando su vida; otras personas dependen de él, personas que tratan de escapar de la

Así trabajan los polleritos

Inhala; el ambiente es tenso y el aire espeso, pero hay que contener el temblor en el cuerpo que provoca el miedo. Exhala; llegó el momento, de forma sigilosa hay que llegar hasta el límite del país. No sólo está cuidando su vida; otras personas dependen de él, personas que tratan de escapar de la pobreza, de la miseria, de ver a sus familias con ropa gastada, zapatos rotos y sintiendo hambre.

Ahora también tratan de huir, pero de un cuerpo policiaco que quiere truncar su sueño, el sueño americano; huyen también de la corriente de un río que cobra las vidas de aquellos que se meten a él y no están lo suficiente preparados para vencer su fluir.

Ahí se intercambian los papeles; los adultos se dejan cuidar y guiar por un menor de edad que a su vez los protege, si ellos llegan vivos y en libertad a Estados Unidos, él podrá regresar a México para seguir ganando dinero gracias a su nuevo oficio: ser polleros.

El sudor que los niños y adolescentes sienten correr por su espalda mientras juegan fútbol, está siendo sustituido por el que les provoca el correr para escapar; la adrenalina que se siente al hacer una travesura y evadir del regaño de mamá, también fue cambiada por la que siente el cuerpo cuando se sabe perseguido por la policía; y el dinero que normalmente se ganan cada semana como un premio por ser buenos hijos y se conoce como “domingo” dejó de ser necesario para los menores de edad que tienen un trabajo, uno ilegal que pone en riesgo sus vidas: traficar personas.

Según una investigación del Colegio de la Frontera Norte, perteneciente al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, este fenómeno comenzó en el 2012 y hasta la fecha sigue siendo una práctica común en Tamaulipas; el crimen organizado recluta a los menores de edad como “halcones”, es decir, personas que se encargan de notificar la presencia de policías y militares.

Actúan cerca de la frontera de México con los Estados Unidos y el siguiente paso de su incipiente carrera en actividades delictivas es convertirse en “polleritos”. Ser menores de edad les da una ventaja: en el país de las barras y las estrellas no existe un castigo penal para los niños, jóvenes y adolescentes que cruzan la frontera de forma ilegal, sólo se les deporta a su país de origen sin levantarles cargos.

Existen “polleritos” que ya han sido deportados hasta tres veces, pero eso no les impide seguir con su trabajo, pues la práctica los convierte en personas confiables para aquellos que buscan llegar a los Estados Unidos buscando mejores oportunidades de trabajo; aunque la cuota para cruzar puede llegar hasta los mil dólares, a los “polleritos” sólo les pagan de 50 a 70 dólares por cada persona.

En entrevista para la Agencia Conacyt, el doctor Misael Hernández, del Departamento de Estudios Sociales del Colegio de la Frontera Norte, explicó que algunos de estos chicos no sólo se dedican al tráfico de personas, sino también al tráfico de drogas.
Además dijo que hoy en día, el gobierno mexicano no tiene ningún programa orientado a los menores que cruzan la frontera ilegalmente que aparentemente no cuentan con una guía familiar adecuada; muchos de ellos son hijos de ilegales mexicanos o centroamericanos que lograron entrar a Norteamérica, pero no pudieron cruzar acompañados.

En Estados Unidos, en 2014, existió el programa piloto Juvenile Referral Process, aplicado en el estado de Texas, en el que la Patrulla Fronteriza identificaba a estos menores con el propósito de distanciarlos de posibles vínculos con algunos grupos criminales en México y mostrarles alternativas de vida en territorio norteamericano, llevándolos bajo la tutela de una familia o un albergue, llevándolos a centros culturales o recreativos.

La idea de fondo era quitar ese vínculo delictivo y ejercer labores de inteligencia criminal y preguntarles a los menores para quién trabajaban. Desafortunadamente el programa sólo duró alrededor de un año, después ya no se supo de él. En México no se ha hecho ningún esfuerzo para ellos.

Mientras tanto, esos menores son despojados de su inocencia y convertidos, desde temprana edad, en miembros del crimen organizado, ayudando a conseguir el sueño de muchos, mientras los de ellos, los polleritos, se va desprendiendo de sus mentes día tras día, como las gotas de sudor que sus cuerpos desechan en cada cruce ilegal por el Río Bravo.

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Omar tellez - así trabajan los polleritos, niños traficantes de migrantes

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