El Frente Orgullo Nacional (FON), uno de los principales grupos que se jacta de defender los derechos de la comunidad LGBTTTI y que se opone rotundamente a las muestras de homofobia, presentó una lista de 38 clérigos que llevan a cabo prácticas homosexuales.
A pesar de que el señalamiento puede (y debe) verse como una acusación discriminatoria, pues como ellos han afirmado cientos de veces: “¿qué tiene de malo ser homosexual?”, consideran que no condenan la homosexualidad, sino la doble moral de quienes convocan a marchas en contra de las familias diversas.
No obstante, nadie puede confirmar o negar que precisamente los 38 curas señalados salieron a marchar, convocaron las manifestaciones o se han pronunciado de cualquier manera en contra de los matrimonios igualitarios y las relaciones entre personas del mismo sexo.
Asimismo, se empeñan en justificarse diciendo que esa revelación fue una respuesta a las provocaciones que les ha hecho la Iglesia. Y aunque muchos miembros del Clero sí han manifestado su oposición , de ninguna manera se debería generalizar.
Sí hay sacerdotes que acepten la confesión de un gay o de una lesbiana.
La Lista incluso recibió el nombre de “Péndulo” y acusa a clérigos del Estado de México, Puebla, Veracruz, Yucatán, Nuevo León y de la Ciudad de México. Dicho documento fue presentado por primera vez al diario La Jornada.
Sus argumentos tumban su propia defensa: “no estamos buscando pelea con ellos. Queremos exponer que no tiene nada de malo ser homosexual, lesbiana, bisexual o cualquier otra, son ellos los que lo han visto así”.
Si no tiene nada de malo ser homosexual, entonces por qué revelarían una lista que incluye a personas que no más que sacerdotes y homosexuales. Dos cosas que, si siguieran su visión de equidad y no discriminación, no deberían estar peleadas ni generar controversia.
La Arquidiócesis no tardó en responder y esta vez acertó: aunque no lo afirman textualmente, dan a entender que no se puede combatir a la homofobia con más homofobia.
Sus argumentos se sostienen por ellos mismos: “hay odio a los sacerdotes por ser sacerdotes, y eso es odio religioso y es un delito; o hay un odio a los homosexuales, porque los delatan por ser homosexuales; lo cual es odio de homofobia”.
La situación empeora si se toma en cuenta que la mayoría de los casos expuestos son consensuados y no demuestran (con pruebas definitivas) algún tipo de delito auténtico como abuso sexual o pederastia.
Si ser homosexual no es delito, ¿por qué se deberían denunciar? Y lo más grave de todo: sin su consentimiento.
Si siguen bajo ese estatuto, entonces el siguiente paso para abrazar congruencia y coherencia debería ser presentar una lista nacional de todos los homosexuales y no sólo de los que trabajan esparciendo la palabra de Dios (catolicisimo).
*Con información de: La Jornada, Proceso.