También conocido como Red Light, el barrio rojo de Ámsterdam es llamado así por las luces rojas que iluminan los alrededores y las vitrinas que dejan al descubierto su principal atractivo: la prostitución.
En los Países Bajos la prostitución es un oficio que se ejerce en el marco de la legalidad. En el barrio rojo, específicamente, esta práctica es la que ha otorgado al lugar fama en todo el mundo por ser uno de los sitios en los que el comercio sexual sucede con total libertad y donde el uso de drogas y los escaparates configuran la vida cultural del distrito.
Aunque en este lugar a través de los ventanales se puede ver a las prostitutas ejerciendo su oficio, lo que ocurre del otro lado del cristal todavía corresponde a su intimidad; un nuevo museo abre sus puertas para hacer públicos los detalles que rodean al considerado el trabajo más antiguo del mundo: el Red Light Secrets.
El Red Light Secrets es el primer museo dedicado a la prostitución en el que los visitantes podrán indagar en los secretos del oficio, objetos y contextos que rodean a esta actividad. Jan-Dick Heijs, uno de los impulsores de esta iniciativa, señaló que la idea de crear este espacio es dejar que los mismos millones de clientes y curiosos quienes visitan año con año el barrio rojo se adentren a lo que sucede tras las cortinas una vez que se ha cerrado el trato.
El museo muestra los más diversos objetos que los clientes olvidan o que se encuentran en el momento del encuentro, como una cartera, joyas, una dentadura o ropa íntima. Pero también cumplirá con su función formadora anclada a los recursos de este práctica. Una pantalla que proyecta a una bailarina exótica atrae a los visitantes al antiguo burdel, situado junto al canal, que será sede del recinto. Las “salas de trabajo”, habitaciones con azulejos, dejan ver una cama, una toalla y un peluche; fueron decoradas con la colaboración de asociaciones de trabajadoras sexuales, las que también colocaron a la vista condones, trapos de cocina y otros elementos.
Otra de las adecuaciones son el uso de una computadora que informa a los visitantes datos duros sobre la prostitución: “una prostituta paga un alquiler de unos 150 euros (200 dólares) por usar una de estas pequeñas habitaciones durante seis horas al día. Por cliente gana entre 30 y 50 euros (40 y 67 dólares)”. El director del museo, Melcher de Wind, señala que el objetivo de que exista el espacio es mostrar a la prostitución como cualquier otro oficio.
La “sala de confrontación” es uno de los espacios más representativos del museo. El visitante ocupa el lugar de una prostituta cuando ésta se sienta en un taburete en su ventana. A través de una pantalla, cientos de hombres “se acercan” y miran a la persona como sucede en un día habitual. El salón de lujo cuenta con una favorecedora cama, una bañera XXL y champaña, mientras que la sala sadomasoquista se distingue por su color negro sobre el que brillan los objetos de acero y una cama de tortura dispuesta para las fotos de recuerdo.
Con información de Sin embargo.