La semana pasada, Trump se reunió con dos Sergéis: El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Labrov y el embajador, Kislyak, Pocos días después, The Washington Post reveló que durante el encuentro, el republicano les dio algunas pistas sobre terrorismo, información “altamente clasificada” sobre una amenaza del grupo terrorista ISIS.
Eso desató la furia de los servicios de espionaje, pues puso en riesgo una fuente “crítica” de inteligencia sobre la organización belicosa. Sin embargo, Trump tuiteó una apología, defendiendo su “absoluto derecho” como presidente de compartir con Rusia “información pertinente al terrorismo”. Todo con el objetivo de “involucrar a Rusia en la lucha contra ISIS “.
El rotativo estadounidense reveló que la información compartida, otorgada por un “compañero” de EUA, era tan delicada que los detalles más íntimos ni siquiera se habían compartido con otros países aliados y se guardaban celosamente aún dentro de la Casa Blanca.
Ese camarada tampoco les había dado permiso de compartir el material con Rusia, pues pone en peligro la cooperación de cualquier aliado que tenga acceso a las entrañas logísticas y funcionales de ISIS. Tras las acusaciones, en un primer momento la oficina presidencial negó rotundamente la investigación periodística.
Un día antes del encuentro revelador, el entonces director del Buró Federal de Investigaciones (FBI), James Comey, fue expulsado del gobierno del republicano, una pieza clave en la investigación que pretendía descubrir si, efectivamente, el equipo de campaña de Trump había recibido ayuda del gobierno ruso para sabotear la campaña de la demócrata Hillary Clinton.
Al respecto, El País dice que se trata de la “trama rusa”, una “tupida red de conexiones entre los hombres del presidente y Moscú que no deja de perseguir a Trump desde que entró en la Casa Blanca”. Asimismo, el medio español toma en cuenta que las relaciones cercanas con el embajador Kislyak ya han “fulminado” a dos de los más influyentes colaboradores del presidente: el consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn y el fiscal general, Jeff Sessions.
NYT explica también que la revelación del derrame informativo se da en un momento en el que Trump recibe presiones políticas y legales relacionadas con la relación que ha mantenido con el Kremlin desde que llegó al poder. Para otros funcionarios es ilegal discutir ese tipo de asuntos con un “adversario”, pero para el republicano resulta fácil destapar información por más secreta que sea.
Hasta el momento, los oficiales de la Casa Blanca sostienen que únicamente se discutieron temas relacionados con el terrorismo y con la seguridad de ambas naciones, específicamente, se pretendía que Rusia se “involucrara” más en el combate a ISIS y en las amenazas que implica para las compañías aéreas: “En ningún momento se discutieron métodos de inteligencia, ni tampoco operaciones militares que no se conocieran ya de manera pública”.
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