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“Son aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas en un rincón en un papel o en un cajón” AQUELLAS PEQUEÑAS COSAS, JOAN MANUEL SERRAT
Lo decimos tanto que es un lugar común: “las cosas que de verdad valen la pena no tienen precio”. Unos los decían más que otros; otros lo saben más que unos, todos lo repetíamos; pero tal vez, a muchos se nos olvidaba con el trajín del día a día.
Antes de que las circunstancias nos aprisionaran ya eran, de por sí, tiempos complicados para todos. Vivir se estaba poniendo tenso, vamos; pero aún así, seguíamos, no solo en pie de guerra, sino teniendo claras nuestra lista de prioridades, o tal vez deseos, obligaciones, proyectos.
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Y de pronto algo pequeñito, invisible al ojo humano, nos puso a todos en pausa. A los pobres, a los ricos, a los zen, a los gruñones, a los buenos jefes y a las amas de casa, a los de izquierda y a los de derecha. A los que creen en la historia del murciélago o a los que comparten más la idea de que es una teoría de la conspiración. A los que oyen reggaetón y a los que critican a quienes oyen reggaetón. Un día esa palabrita que se volvió tendencia nos obligó a hacer algo que por el ritmo de vida llevábamos tiempo postergando.
Nos obligó al menos a aparentar calma, nos metió en casa, esa casa que tantos de nosotros usábamos como guarida solo para llegar a dormir y salir temprano para seguir trabajando y trabajando. Esa casa que hace mucho tiempo no llamábamos hogar. Y nos sembró miedo, y nos hizo sentir vulnerables. Y tal vez por primera vez en años retumbaron de a de veras esas palabras en nuestra cabeza: “las coas que de verdad valen la pena no tienen precio”.
A título personal, no han sido los peores días de mi vida. He descubierto que no soy tan mala compañía de mí misma; he adquirido disciplina para no quedarme todo el día tirada; he tenido conversaciones con mi madre, he intentado fallidamente aprender a tejer (¿un alma paciente que me enseñe a la distancia?), he cocinado mucho, y he re encontrado en las paredes de lo que era mi casa, nuevamente, mi hogar.
Me preocupa claro, como a todos, qué va a pasar después; y cómo será el mundo que tendremos que enfrentar si salimos de esta; pero mientras eso sucede, me preparo y me cuido para poder dentro de poco, cumplir mi nueva lista de deseos. Cambié mis ganas de esos zapatos de tacón hermosos, por una noche con mis amigos; ya no me importa si es en Nueva York, pero quiero volver a comerme a besos a quien amo; quiero volver a tomar la mano de mi tía y probar su receta de aceitunas. Quiero ir al parque con mi perrita y verla perseguir ardillas.
He pensado mucho que, después de todo, eso que tanto anhelaba hoy no es tan importante. Ahora, que a todos por igual nos toca aprender a vivir con lo básico, me doy cuenta la cantidad de tiempo que perdí enojándome por cosas que tal vez no valían la pena. Tal vez no siempre tengo la razón. Tal vez sí la tengo pero el rencor no sirve de nada. Tal vez y si todos encarrillamos nuestras prioridades, el mundo que nos toca reconstruir sea mejor del mundo que entre todos hemos colaborado para destruir.
Tal vez.
¡ FELICES PASOS !