La pantalla se va llenando de caras en las que aún no logro distinguir el hartazgo, el aburrimiento o la emoción. Son las dos y media de la tarde, y seguramente lo que más les importa en este momento es echarse una siesta o sentarse a comer; sin embargo, están conectados.
Detrás de la pantalla, que no logra poner en primer plano todos los rostros, se escucha una vocecilla que siento como una sentencia a muerte: “Miss, ¿puedo ir al baño?”. Lo único que me viene a la cabeza es “me van a tomar la medida y no puedo hacer nada para evitarlo”.
Así fue mi primera semana de clases como profesora de Preparatoria: adolescentes que acaban de salir de la Secundaria y que todavía dicen “miss”; un temor irracional a equivocarme y decir una grosería, y que provoca que esté acartonada y les pregunte cada cinco minutos si entendieron lo que expliqué.
Bueno, ya me desahogué; ahora, a lo que nos importa.
Como periodista, no podía perder la oportunidad de enterarme cómo fue el cierre de la etapa escolar que concluyeron hace un par de meses. El común denominador fue la tristeza que les causó dejar de ver a sus amigos y no tener graduación, algo que a esa edad suena lógico; pero lo que me sorprendió fue que muchxs dijeron que habían mejorado sus calificaciones a raíz de estar en casa, pues pudieron dedicar más tiempo al estudio. Y bueno, no sé si creerles.
Me pasa igual con mis alumnos del primer curso de periodismo cuando les pregunto sobre su elección de carrera y universidad, y responden que fue por el plan de estudios… Soy incrédula, lo siento.
Y, por supuesto, sus comentarios pusieron mi cabeza a trabajar. Para empezar, y creo que no he mencionado mucho al respecto en este espacio, estudiar en línea o distancia requiere aprender a ser autónomo; es decir, la decisión de avanzar en el curso y aprobar depende enteramente del estudiante. Lo interesante es ver cómo estos jóvenes desarrollaron esta capacidad forzados por las circunstancias, no porque haya sido su elección.
A partir de lo que me compartieron surgieron varias preguntas: ¿hemos hecho un buen trabajo en el aula?, ¿cómo van a ser las cosas cuando logremos regresar a la presencialidad?, ¿seremos capaces (los docentes) de ajustarnos a estas competencias que están desarrollando los estudiantes?
Como he comentado en otras ocasiones, no estábamos listos para dar clases a distancia, pero el bicho no nos preguntó si podíamos o no, y nos lanzó sin red al vacío. Ahora, el reto vendrá a la inversa, cuando podamos regresar al salón de clases, e implicará reaprender a trabajar en el aula, pues no podemos hacer como que “no pasó nada”. La forma en que enseñábamos ha pasado a mejor vida y espero que lo entendamos.
Justo escuché ayer en una de las estaciones del Instituto Mexicano de la Radio (IMER), una cápsula que mencionaba que no se había puesto la suficiente atención en que los profesores y profesoras aprendiéramos a utilizar a la tecnología como una herramienta más para nuestra labor… la verdad, no pude más que reírme, y lo hice por dos razones: una, parecía regaño; y dos, mencionaba aplicaciones y plataformas que ni en las escuelas privadas en México se han utilizado.
Repito que parecía regaño, porque no me pareció que fuera una crítica al fallido sistema educativo, sino un reclamo a los docentes por no tomar la iniciativa, como si quienes dedican su vida a la enseñanza en las escuelas públicas contaran con la capacitación y los recursos para definir qué herramienta es la más adecuada para impartir sus clases.
Hoy, millones de alumnos regresan a clase y la televisión será su compañera por lo menos de aquí a diciembre, lo cual no es un avance en el proceso enseñanza-aprendizaje, como ya lo comenté en la columna de la semana pasada. A la par, muchos tenemos que seguir formándonos para hacer de la tecnología nuestra aliada; pero, no olvidemos que es posible que enero estemos de nueva cuenta en el salón, y me vuelvo a preguntar: ¿lograremos ser el híbrido que los alumnos necesitan para seguir aprendiendo? La respuesta está en el aire.
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*Las columnas de opinión de Cultura Colectiva reflejan sólo el punto de vista del autor.