TEXTO DE ALEJANDRA ARIAS
Durante mucho tiempo hemos visto como nuestra imagen, la imagen de la mujer, se ha visto reducida a un objeto, tanto por los medios de comunicación como por la sociedad. Vemos a mujeres definidas por imágenes de cuerpos o partes de cuerpos por todos lados; en revistas, en espectaculares, en redes sociales y en videos; en boca de hombres e incluso en boca de mujeres, y cada una de esas imágenes nos deshumaniza a nosotras y los deshumaniza a ustedes (de manera opuesta) hasta terminar reduciéndonos a eso: unas nalgas, unas chichis y una cara bonita.
Esto es algo de todos los días y las consecuencias de esta percepción se manifiestan desde las miradas lascivas y las palabras violentas hasta los abusos físicos y las violaciones, así que no es de sorprenderse que siendo constantemente cosificadas y sexualizadas vayamos poco a poco internalizando esa visión, inicialmente ajena, convirtiéndola en propia y construyendo nuestra identidad con base en ideales y conceptos que en ningún momento fueron creados para brindarnos algún tipo de bienestar o ganancia a nosotras. Así va creciendo dentro de tantas mujeres una exhaustiva preocupación por lo que hemos aprendido que es, si no nuestro único, nuestro mayor valor: el cuerpo.
Esto da paso a la auto objetivización, la cual puede desencadenar una serie de consecuencias permanentes que seguirán perpetuando el mismo círculo nocivo una y otra vez. Consecuencias mentales, físicas, emocionales y sociales. Depresión, ansiedad, trastornos alimenticios y una falta de claridad y significado en desarrollar otras partes y capacidades tan chingonas y valiosas de las cuales tenemos un infinito potencial… y así, sin haber tenido la oportunidad de crecer, ya nos hemos encogido.
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Hay que dejar claro también, que ese cuerpo del que tanto hablamos, por supuesto que no es cualquier cuerpo, es un cuerpo seleccionado y fabricado a mano por la industria de la moda, de la belleza y de la publicidad, un cuerpo sin rasgos que indiquen que la mujer es un ser humano, un cuerpo sin pelos, sin estrías, sin arrugas, sin celulitis, sin cicatrices, sin grasa; un cuerpo sin voz y sin voto, un cuerpo creado puramente para el goce visual de los demás. Un espejismo. Quedándonos así con un cuerpo que no deja espacio para ningún tipo de libertad de elección. Un cuerpo que ya no es nuestro para decidir. Un cuerpo vacío. Una batalla perdida antes de empezar. El ver a la mujer como una musa y como una diosa no es un halago, es una agresión. Es la mera definición de ¨cosificación¨. El cuerpo de la mujer no está para adornar tu casa, el cuerpo de la mujer es un mínima parte de lo que esa mujer es y esa mujer no es una decoración.
Una mujer no va colgada en la pared. Nos hemos visto reducidas a un adorno, a un objeto para la gratificación sexual y pretendiendo una razón legitima y profunda a una “obra de arte”. Algo para mirar y tocar, pero no escuchar ni respetar.
“Pero, pero en el arte el cuerpo de la mujer toda la vida ha sido visto como un objeto de belleza e inspiración y, y es algo natural…” Sí, sí y sí. Y nada de eso justifica que se siga haciendo. Que venga desde hace mucho no quiere decir que esté bien, que haya existido “toda la vida” no quiere decir que tenga que seguir existiendo.
Es hora de que ese argumento, tan vacío y tan conveniente, desaparezca. Los tiempos cambian, las cosas cambian, todo cambia. Y en este momento, eso que ha sido toda la vida, tiene que cambiar. En este momento, eso que ha sido toda la vida, nos está matando. Si nacemos bombardeados de imágenes que establecen muy claramente los roles de género ¿por qué no jugaríamos nuestro papel? Está enraizado en nuestra mente y es algo con lo que consciente o inconscientemente hemos crecido y con lo que nos alimentamos todos los días, y por más que pensemos que no, que somos más razonables que eso, que bien sabemos que un anuncio es sólo un anuncio y aseguremos no ser así de manipulables, lo somos. Si no lo fuéramos esos anuncios no seguirían existiendo.
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Así que no, un anuncio no es sólo un anuncio y tenemos que dejar de vivir por inercia y aprender a cuestionarnos las cosas que hacemos y que dejamos de hacer y concientizar sus consecuencias, porque estoy segura de que muchos de los comportamientos que tenemos, mujeres y hombres, no vienen de un lugar de malicia, pero si de una completa ignorancia, y desgraciadamente el resultado termina siendo el mismo.
No podemos subestimar el poder de la imagen, una imagen puede meterse en nuestra cabeza y quedarse a vivir ahí, y estas imágenes lo único que hacen es fomentar estos pensamientos, sentimientos y acciones y no le hacen bien ni a hombres ni a mujeres, no le hacen bien mas que a la gente que lucra con ellas, la cual definitivamente no somos la mayoría. Así que seguir exhibiendo nuestros cuerpos y partes de ellos, en la publicidad, en las galerías, en la televisión, en los espectaculares, en las revistas y entre amigos, lo único que hace es reforzar la cosificación de la mujer. Lo que vende no es ni el sexo ni la desnudez … lo que vende es la sumisión, la objetivización y la ilusión de control y poder.
Si el cuerpo y la desnudez fueran lo que vendieran, ¿por qué si una mujer decide salir sin ropa a la calle se convierte inmediatamente en una imprudencia, una falta de respeto hacia ella y hacia los demás, mientras que las imágenes de mujeres desnudas adornando toda la ciudad están bien.
¿Por qué? porque en ese momento esa mujer que decidió salir desnuda a la calle, está tomando el control, se convierte en alguien con opinión y decisión, se convierte en ALGUIEN y deja de ser algo. Una mujer amamantando, una mujer menstruando, todo eso causa tanto conflicto y repulsión, porque al parecer nuestro cuerpo no es para eso y en el momento en el que vemos que ese cuerpo tiene necesidades y funciones biológicas, ese cuerpo cobra vida y se convierte en un ser humano y un ser humano no es una cosa que puedas usar y desechar, un ser humano tiene la capacidad de pensar, de opinar y de crear. Un ser humano te puede desafiar y eso no a todos les resulta conveniente.
No estoy diciendo que la imagen de la mujer no este en ningún lugar, sino todo lo contrario, quiero que la imagen de la mujer este en todos lados, lo que no quiero es que el cuerpo de la mujer sea lo único que veamos.