Por Andrea Araujo/ TuMoney.com
Ya estamos en 2020 y, para este punto, es raro que alguien siga creyendo que el calentamiento global es un mito.
El concepto de Slow Fashion se hizo muy popular en el 2007 gracias a la diseñadora Kate Fletcher, quien como respuesta a la moda Fast Fashion, quiso poner en el término para hacer conciencia sobre la contaminación en la industria y la explotación laboral. Lamentablemente no fue tan popular, hasta que en 2013 todo mundo conoció el “accidente” de Bangladesh, donde hubieron más de dos mil heridos y alrededor de mil muertos gracias a que los responsables obligaron a sus trabajadores a volver a una fábrica que estaba a punto de derrumbarse. Ahora sí que la industria textil estaba en la mira de todos.
Un cambio de perspectiva
Una de las grandes ventajas que encuentro en las nuevas generaciones es la empatía con la sociedad y el medio ambiente. No es casualidad que las luchas feministas y LGBT+ se hayan potencializado con la madurez de los centennials y gran parte de los millennials. Parece que nacimos con la convicción de que el mundo capitalista es un verdadero monstruo, y por ende, la popularidad de la ropa de pacas es sólo una de las prácticas más comunes en aquellos que estamos en nuestros veintes y treintas.
¿O sea qué todo se reduce al medio ambiente y la explotación? Sí y no. Es cierto que tenemos muy marcado en nuestras cabezas las condiciones tan horribles por las que pasa una trabajadora para que nosotros podamos usar la faldita de moda, pero también es real que no le encontramos sentido a gastar todo nuestro dinero en ropa. Porque esa es otra: nuestros sueldos no se comparan con el de nuestros padres. Ni cerca. Tenemos menos dinero y más gastos, por lo que tuvimos que ser creativos y ahorrar unos pesos en lo que pudimos. Entonces ahorrar mientras ayudamos que la Industria textilera contamine un poco menos, es algo que definitivamente va con nuestro estilo de vida.
Para este punto, tenemos claro que la marca no te brinda el estilo y que por $200 puedes armarte un outfit completo e igual de impresionante. Es raro encontrar a alguien joven que se siga interesando por la marca de sus jeans 24/7, cuando la calidad de una chamarra de mezclilla creada en los 80’s parece tener mejor cara. Los jóvenes estamos cada vez más conscientes de que el daño ambiental es irreparable y de que los más vulnerables merecen tener una vida digna.
Otra ventaja es que las páginas en Instagram de ropa de segunda mano son mucho más accesibles. Sumergirse en estas tiendas virtuales es incluso hasta más entretenido, ya que se encuentran vestidos y playeras que no existen en ningún otro lado.
Nos gusta lo diferente y sano antes de lo que está “de moda”. En nuestras mentes, si tenemos la oportunidad de ayudar a un negocio local definitivamente vamos a hacerlo. La economía ahora es colaborativa, sobretodo en estos tiempos tan difíciles. ¿Tú qué opinas?
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*Las columnas de opinión de Cultura Colectiva reflejan sólo el punto de vista del autor.