Hubiéramos hecho el amor hasta deshacer mi cama, habríamos reído hasta que se nos durmiera la sonrisa y sabríamos tanto del otro como para creernos uno mismo. Los dos nos querríamos más y ninguno desearía menos de lo que ya teníamos. El tiempo nunca nos hubiera alcanzado, es cierto; pero al menos aún tendríamos la sensación de estar conectados incluso cuando no estuviéramos cerca.
Los besos habrían sido más y mejores, mis ganas de encontrarnos en nuestros sueños no hubieran desaparecido y la forma en la que nunca dejabas de buscarme seguiría ahí. Habrías conocido mis peores miedos y tal vez juntos hubiéramos aprendido a ignorarlos; yo te habría enseñado a ser menos indiferente y a lo mejor conmigo hubieras disfrutado tu parte más aguda. Los dos no habríamos querido hasta sentir que quemaba y ambos hubiéramos preferido arder con tal de un beso más; pero nos conocimos en el momento equivocado.
A ti te encontré vulnerable y yo nunca estuve tan dispuesta como lo imaginé el día que te conocí. Creí que mis pasos podían ir al ritmo de tus manos sobre mi cintura, pero cuando uno quería correr el otro necesitaba tomar aire, hasta que agotamos el oxígeno a nuestro alrededor. El tiempo se detenía cuando me mirabas con ternura y, al mismo tiempo, me devorabas con deseo, pero los segundos también se derretían cuando intentábamos coincidir.
Entre más adicta me volvía a tus labios, menos posibilidades tenía de si quiera escucharlos. Quería que fueras parte de mis días más bonitos, pero nunca creí que te volvieras la razón de uno de mis conflictos. Me fascinaba la forma en la que nos era tan fácil abrazarnos sin decir nada, tu cuerpo parecía estar hecho para mí y tus palabras me llenaban de todas las formas posibles. Sin embargo, así como fue sencillo enamorarnos, te fue muy fácil dejar ir todo lo que había entre nosotros.
El pasado me sigue pesando, es cierto; pero contigo siempre me sentí ligera y deslindada de él. Con sólo pensar en ti podía despegar los pies del suelo hasta sentir que flotaba, aunque jamás me atreví a hacerlo porque nunca sentí que tú quisieras seguirme hasta el final. Me daba miedo no tener miedo de entregarte todo: lo que soy y lo que quería ser. No obstante, jamás sentí tanto temor como el día en que quisiste guardar un “te quiero” para no perder el control.
Tú estabas demasiado lejos de donde planeabas llegar y yo muy cerca de donde siempre había querido.
“Nos conocimos en el momento equivocado”, yo lo dije y tú me creíste. Tal vez ni si quiera hay instantes precisos, oportunidades perfectas ni situaciones favorables, a lo mejor sólo debíamos amarnos. No te culpo ni te eximo de la distancia que ahora nos aparta, sólo me duelen las ganas que tenía de quererte.