Durante siglos, la noción de que el hombre es un ser especial y todo a su alrededor es divino, se mantuvo como verdad irrefutable en la consciencia colectiva de Occidente. Una y otra vez, las mismas oraciones y libros sagrados corroboraron que todo había sido creado por un Dios omnipotente y el ser humano era un reflejo del mismo. Nadie estaba dispuesto a escuchar que podía ser de otra forma y sin embargo, los rebeldes que cuestionaban este principio eran perseguidos y sus ideas prohibidas.
Con el auge del cristianismo en Europa y el resto del mundo, las conclusiones de los antiguos griegos perecieron ante el culto y las creencias ascéticas ocuparon el espacio de las ideas durante la Edad Media. Todo debía ser pensado a través del hombre como reflejo de la grandeza de Dios, aunque en realidad lo anterior fuera un testimonio de un antropocentrismo extremo que imaginó un dios a través del hombre, a su imagen y semejanza.
Mientras el relato bíblico explicaba el orden de todas las cosas desde el inicio, los misterios de la bóveda celeste en la oscuridad de la noche exigían una respuesta más amplia. Para los creyentes, bastaba con saber que la Tierra ocupaba el centro del Universo, el mismo papel que el hombre en el imaginario de la fe, de forma que todo giraba a su alrededor.
En 1536, Copérnico se atrevió a poner en duda el modelo Ptolomeico que coincidía con las mejores interpretaciones cristianas del orden de todas las cosas. Después de observar lleno de inquietud los movimientos de los astros, planteó un principio revolucionario: el astrónomo estaba convencido de que la Tierra no se encontraba en el centro del Universo y que el Sol, la La Luna y los demás planetas no tenían porqué girar en torno a ella.
Aún más: afirmó que el Sol debía ser el eje de un sistema planetario que incluía a la Tierra. Las ideas de Copérnico causaron una revolución en el pensamiento científico de la época y poco a poco, gracias a la observación y el conocimiento mayor del espacio, la noción de que en el Universo no existía algo parecido a un centro y por lo tanto, la Tierra era tan sólo una más entre miles de millones de planetas dispersos en la vastedad del tiempo y la inmensidad del tiempo, tomó fuerza.
La influencia del principio copernicano no sólo se limitó a las ciencias exactas, también creó un paradigma en cualquier espacio del pensamiento que antes colocaba al hombre como esencia y medida de todas las cosas. El antropocentrismo que se instauró de la mano de la razón desde el siglo XVI limita el pensamiento en términos propios, asignando cualidades, parecidos, formas y sentimientos humanos a todo lo desconocido. Este problema se demuestra con especial énfasis en la astrobiología, cuando se piensa en seres de otro planeta con características conocidas. Aquí 4 de las concepciones más absurdamente humanas sobre la vida extraterrestre:
Características físicas
En el imaginario colectivo, la ciencia ficción presenta selenitas, marcianos o cualquier civilización universal ante los ojos del hombre con una apariencia física similar al ser humano: un cuerpo erguido con extremidades, cráneo que alberga un cerebro, dos ojos y un tren inferior con piernas para desplazarse. A pesar de que aún no tenemos la certeza de la complexión física de seres de otro planeta, es una posibilidad muy remota que puedan parecerse a la raza humana.
La naturaleza de la Tierra y el intrincado proceso evolutivo de millones de años dio como resultado a las especies que hoy conocemos, sin embargo, es imposible que se repitan las mismas condiciones en un escenario similar. Los sentidos, el tamaño y los órganos de cualquier ser vivo extraterrestre pueden ser de la manera más impensada: desde bacterias microscópicas hasta seres enormes, la vida se abre paso de formas impensadas.
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Comunicación
El desarrollo cognitivo del hombre hizo posible la creación de un lenguaje complejo y distintos idiomas para comunicarse. Sonidos, conceptos y una estructura con una carga social única se complementa con la joya de la corona, una habilidad aprendida que no compartimos con ninguna otra especie humana, la escritura.
Los alienígenas se piensan como una raza que puede comunicarse de formas diversas, tanto en un idioma incomprensible para los hombres, como a través de la telepatía, una disciplina que carece de los fundamentos para considerarse ciencia. Las películas de ciencia ficción son diversas y algunas presentan elementos dignos de mención, tal es el caso de “Close Encounters of the Third Kind” (1977) y la adaptación de Ted Chiang, “The Arrival” (2016). Mientras la primera resuelve el problema con notas musicales, posible a través del fundamento matemático de la notación musical; la segunda elige un idioma logográfico descifrado por los humanos para establecer un canal de comunicación, ambas posibilidades remotas pero dentro del espectro de lo científicamente posible.
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Organización social
La flota extraterrestre que llega a la Tierra con el objetivo de colonizar el planeta y aniquilar a los hombres está bien para un argumento de Hollywood, pero no se acerca a las pretensiones más científicas sobre el tema. La organización social de los hombres y el devenir de la historia hacen pensar que los conflictos y las guerras son parte inherente de la naturaleza humana; sin embargo, hoy sabemos que no hay tal cosa que responda a una naturaleza humana, sino que los hombres son producto de sus condiciones sociales.
Una raza alienígena podría pensar la sociedad desde un horizonte más avanzado, como un todo colectivo o un conjunto de organismos vivos que coexisten en equilibrio, tal y como ocurre con el planeta Tierra, sin las absurdas categorías que dividen a los hombres en cada etapa histórica.
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Primer contacto
El instante de un contacto certero con una civilización extraterrestre pasaría a la posteridad como el momento más importante en la historia de la humanidad, pero es muy posible que éste no ocurra como se plantea. El aterrizaje de una nave espacial en medio de un bosque donde se abre una compuerta y entre la niebla asoman las siluetas de seres humanoides es parte de una visión burda dotada de espectacularidad y antropocentrismo.
Las ondas de radio son los medios más acabados de comunicación con que cuenta la humanidad desde que descubrió la posibilidad de utilizar a su favor el espectro electromagnético. Se cree que cualquier civilización extraterrestre lo suficientemente avanzada sabría que el hidrógeno es el elemento más abundante en el Universo y por tanto, sería el medio idóneo para recibir una señal. Los proyectos SETI trabajan tomando en cuenta este principio y buscan a través de este elemento algún indicio de vida extraterrestre, sin respuesta alguna hasta el momento.
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Las probabilidades de que el ser humano sea una especie solitaria en todo el cosmos son casi nulas. Si en realidad el Universo es un sitio que reboza de vida, ¿dónde están todos los demás? Descubre las respuestas a esta cuestión a través de La paradoja de Fermi y las posibilidades de vida extraterrestre. A pesar de que como especie no existe ninguna evidencia que defina la existencia de vida en otros planetas, algunas pistas apuntan a que así es. Conoce de qué se trata en 5 fuertes indicios científicos de la existencia de vida extraterrestre.