Receta para conseguir la paz interna:
1.- Deja de preocuparte por conseguir la paz interna.
2.- Ahora la tienes.
A un planteamiento similar llegó el escepticismo antiguo. Al notar el poco éxito de todas las escuelas filosóficas de Grecia encaminadas a encontrar el camino a la felicidad y la imperturbabilidad de espíritu, decidió abandonar la búsqueda. En ese momento, de súbito, la tranquilidad buscada apareció.
Esta renuncia es mucho más compleja que decir “no lo sé, no me importa”. Se trata de la suspensión de juicio —epojé—. Esta suspensión implica no asentir ni negar nada que no sea evidente. Por ejemplo, veo una pared azul delante mío. No afirmaré que la pared es azul, sino que diré que ahora me parece así. ¿Qué tiene que ver todo esto con la felicidad? Sencillo: nuestra mente es una especie de mecanismo ansioso por encontrar la verdad del Universo. La búsqueda por el conocimiento objetivo nos lleva a opinar. Las opiniones nos hacen desear o aborrecer (es decir, sufrir).
La ataraxia es el término griego para designar la imperturbabilidad mental, una especie de paz anímica. Para conseguirla debe suspenderse el juicio; nos inclinarnos hacia una u otra opinión sobre el mundo. Los tropos son la herramienta para lograrlo. Éstos funcionan como una especie de balanza: a lo que se ponga de un lado de ella, podrá ponérsele otra cosa en contrapeso logrando un equilibro que no permita la inclinación hacia ninguno de los extremos.
Por ejemplo: a la opinión «el mundo es un lugar hostil, horrible y sin sentido» puede oponerse otra: «el mundo es un lugar agradable, bello y amoroso», ambas tienen razón, ambas pueden ser verdaderas. Debido a ello, caemos en cuenta de que no hay “una” verdad que elegir, que no podemos decidir entre una de las dos y suspendemos el juicio. De este modo, no nos vemos afectados.
El escepticismo va más allá, asegura que no sólo es conveniente no tener opiniones sobre las cosas, sino que todo es objeto de duda. Aquí los 10 argumentos donde lo demuestra:
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1
A partir de la diversidad de los animales
La manera en la que el cuerpo de cualquier ser vivo está constituido condiciona el modo en el que se percibe el mundo. Por ejemplo: el pelaje y la piel del oso polar es completamente diferente al ser humano. Supóngase que un hombre y uno de estos animales están juntos en Polo Norte. El animal no siente frío extremo mientras que el humano sí, ¿cuál de los dos criterios tiene razón?
2
A partir de la diferencia entre los hombres
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Supongamos que el criterio de verdad se encuentra en los humanos, pues bien, ahora el problema es determinar en qué humanos puesto que todos son diferentes. Esto es tanto a nivel sensitivo —diferencia de gustos—, como a las discrepancias a nivel intelectual. Cualquiera podrá decir “el hecho de que existan diversidad de opiniones no quiere decir que no existan alguna verdadera” y tiene razón. Sin embargo, no existe un criterio objetivo para determinar quiénes la tienen. Ni siquiera en la comunidad científica — a la que se tiene como más autorizada— existe univocidad de opiniones, ¿a quién le daremos la razón?
3
A partir de las diferencias entre los sentidos
Pensemos en una manzana. La vemos, olemos, degustamos y sentimos pero, ¿qué nos hace creer que la manzana no tiene otra cualidad que no seamos capaces de percibir? Así como un ciego o un sordo de nacimiento nunca han podido ver el azul ni escuchar la lluvia, no negaríamos que de hecho existe el azul y que la lluvia, al caer, produce sonido. Quizás existan otras cualidades en la materia que no podemos percibir por nuestra propia constitución. Las mismas teorías científicas actuales aseguran que existen elementos en el mundo que no podemos percibir ¿cómo, entonces, decir que el mundo es de una determinada manera?
4
A partir del que juzga
Pensamos de maneras distintas cuando estamos despiertos, dormidos, ebrios, hambrientos, temerosos, tristes, enamorados, etcétera. Todo se nos ofrece de distinta manera dependiendo del estado interno en el que nos encontremos. Cuando tenemos hambre, por ejemplo, la comida se nos hace más apetitosa, cuando estamos enamorados, vemos al objeto de nuestro amor más bello de lo que es, ¿cómo determinaremos el estado real de las cosas si las percibimos siempre desde alguna situación personal?
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5
A partir de las posiciones, distancias y lugares
Todo lo percibimos desde una determinada perspectiva. Si estamos cerca o debajo de un objeto, lo veremos distinto que si lo hacemos lejos y desde arriba. Se puede responder “pues midiéndolo”, sin embargo, una regla implica un sistema métrico específico que no es universal y aun esas distancias se perciben de maneras distintas, entonces, ¿cómo determinar las cualidades de un objeto en sí mismo?
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6
A partir de las interferencias
Al ver un objeto lo hacemos siempre dentro de un contexto. Es decir, inmerso en ciertas cualidades lumínicas, de sonido o de olores. Por ejemplo, el color de las flores está determinado por la luz que se reflejan en ellas, un sonido es mucho más perceptible cuando su alrededor está en silencio, por lo tanto, ¿cómo determinar cuáles son sus cualidades objetivas?
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7
A partir de las cantidades y composiciones de los objetos
Todo depende de la cantidad: no podemos decir si comer azúcar es malo sin considerar cuánto sea, tampoco podemos decir que el alcohol es embriagador si sólo consumimos una gota. Es decir, las enunciaciones que se hacen sobre un objeto nunca son puras, siempre están relacionadas con su cantidad, ¿cómo enunciar algo sobre un objeto sin tomar en cuenta la circunstancia de su cantidad?
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8
A partir de sus relaciones
Cualquier objeto en el mundo está relacionado con otra cosa. No hay nada que se experimente de manera pura. Una hormiga no es pequeña. Lo es con relación a una montaña, pero con relación a un átomo es sumamente grande. ¿Cómo hablar de lo que algo es si siempre está relacionado con algo que lo determina?
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9
A partir de la frecuencia o rareza
El valor de una cosa está determinado por su rareza o frecuencia. Nuestras percepciones están condicionadas por ello. Por ejemplo, la Luna nos parece normal porque la vemos todos los días, pero si tenemos oportunidad de ver una galaxia lejana, ésta será mayormente apreciada. Por otro lado, asumimos que mañana saldrá el Sol porque, por costumbre, hemos aprendido que luego de la noche viene el día. Sin embargo, puede ocurrir que sea sólo la frecuencia la que nos haga creer esta verdad. Nada garantiza que así sea ¿cómo estar seguros de lo que conocemos sólo porque estamos familiarizados con ello?
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10
A partir de las formas de pensar, costumbres, leyes, creencias míticas y opiniones dogmáticas
Las formas de pensar y costumbres en el mundo condicionan la manera en que cualquier hecho se evalúa. En el Oriente, el hecho de que una mujer vista con burka es normal y bueno, mientras que en Occidente no lo es en absoluto. Algunas civilizaciones veían bien el incesto, cosa que para otros es deplorable. Los tojolabales, en Chiapas, no usan el artículo “yo” sino “nosotros” por el sentido arraigado de comunidad. El mundo está lleno de posicionamientos morales contrarios, ¿cómo determinar cuál es el correcto?
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Esbozos Pirrónicos, el libro donde estos argumentos son planteados, fue escrito por Sexto Empírico, de quien (por cierto) no se sabe mucho. Pese a que algunos lo sitúan en el año 120 d.C., otros historiadores aseguran que fue hasta el 200. Sobre su lugar de nacimiento tampoco está nada claro, pudo ser Atenas o Alejandría. Por otro lado, de Pirrón de Elis, el filósofo sobre el que este libro versa, también se desconoce mucho pues —así como Sócrates y otros grandes filósofos— nunca escribió nada.
Un argumento común contra el escepticismo es: ¿cómo decir que nada puede decirse? ¿no es acaso una contradicción? Ante esto, esta corriente filosófica —o antifilosófica, si se prefiere— se previene y advierte que sus aseveraciones no son sino hipótesis, no un sistema, sino una orientación que obedece a cierto tipo de racionamiento acorde con lo manifiesto — es decir, lo evidente.
Pensemos, por ejemplo, en una ruptura amorosa. Si creemos que es lo peor que nos pudo pasar y que terminar con alguien es “malo”, inevitablemente sufriremos. En cambio, si aceptamos que bien puede ser de otra manera y que el dolor provocado por este alejamiento es subjetivo, nos irá mucho mejor.
El escepticismo nos invita a dejar de ser los jueces del mundo. Es decir, a aceptar que las cosas funcionan sin necesidad de nuestro consentimiento y que más nos valdría admitir las cosas como son si no queremos llevarnos constantes decepciones.
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