La ciencia y religión suelen considerarse dos extremos irreconciliables, rivales acérrimos que persiguen fines tan distintos como contradictorios. Quienes abogan por el lado de la ciencia, mantienen una postura férrea contra los dogmas y las muestras de fe que no requieren de comprobación para ser tomadas por verdaderas. Por el otro lado, el extremo religioso predica ciegamente las creencias que sustentan su devoción, desestimando al conocimiento científico y anteponiendo los intereses de la iglesia por encima de cualquier descubrimiento o avance.
Esta noción constituye un principio fundamental en la opinión pública, que sirve de diferencia para conocer los límites y alcances, tanto de la fe como de la razón. El choque entre religión y ciencia se alimenta constantemente desde los centros de producción de saberes de ambos bandos: los templos, iglesias, universidades y seminarios coinciden en que existe una diferencia irreconciliable que divide lo propio de la creencia de lo verificable.
Cualquier comentario en el terreno equivocado puede conducir a una discusión acalorada sobre una controversia que ante la negativa del dogma y la totalización científica, se resuelve expresando la fe en las iglesias y templos por un lado, y trabajando con la ciencia en las universidades, laboratorios y sobre todo, la transformación de la realidad por el otro.
Carl Sagan no sólo se convirtió en el conductor de un programa de televisión que cambió la vida de millones de personas alrededor del mundo, también fue un científico prominente que formó parte esencial del programa de la NASA durante los proyectos Voyager, Viking y Pathfinder como consultor de la agencia, realizando descubrimiento esenciales de Marte y Venus.
El astrónomo estaba convencido de la inviabilidad de una sociedad democrática mientras el conocimiento científico se mantuviera rígido e inalcanzable para el gran público, recluido en aulas, auditorios, revistas especializadas y congresos que sólo dificultan su comprensión y hacen de la ciencia un privilegio de unos cuantos “entendidos”, en lugar de un derecho humano. De ahí que dedicara gran parte de su vida a su verdadera pasión: divulgar el conocimiento científico a través de un lenguaje sencillo sin perder rigor y lograr el interés del público no especializado por los métodos, misterios y retos que tiene la más grande empresa colectiva por delante.
En 1991, Sagan recibió al Dalai Lama en la Universidad de Cornell, donde impartió clases hasta sus últimos días. El encuentro (que muchos creyeron se conformaría como una visita diplomática sin más profundidad que buenos deseos y compartir una agenda común por la paz mundial) se convirtió en la mejor muestra de que la ciencia y algunas religiones tienen los mismos objetivos frente a sí. Al mismo tiempo, la máxima autoridad del budismo tibetano dio una lección a los demás credos sobre la importancia de reconocer la realidad a través de los avances científicos y técnicos:
Sagan: “Quisiera hacer, si me lo permite, algunas preguntas sobre religión. ¿Qué pasaría si una doctrina religiosa –en este caso, el budismo tibetano– es contradicha por algún descubrimiento científico, qué haría un budista en este caso?
Dalai Lama: “Para el budismo, esto no significa un problema. Buda aclaró que lo más importante estaba en el descubrimiento de cada uno. Debes conocer la realidad sin importar lo que digan la escrituras. En caso de una contradicción, debes confiar en el descubrimiento más que en las escrituras”.
El autor de “A Pale Blue Dot” (1994) también preguntó al líder religioso sobre la colaboración de religión con ciencia con respecto a la conservación del ambiente ante la creciente problemática del calentamiento global (de la que Sagan fue pionero en advertir). La respuesta del monje budista puede bien pasar por palabras del propio astrónomo:
“Este pequeño planeta, hasta donde conocemos, es el único donde los seres humanos pueden vivir en plenitud. Es nuestro único hogar. Naturalmente, cuidar de él es al mismo tiempo, cuidar de nuestra casa, nuestro propio hogar”.
Después de coincidir con las conclusiones revolucionarias del budismo en contraposición a otras religiones de carácter dogmático, Sagan preguntó sobre los puntos en común de este pensamiento con la ciencia:
Sagan: Su método, entonces, es similar al de la ciencia…
Dalai Lama: “Así es. Creo que el concepto básico del budismo es que lo mejor al principio es permanecer escéptico, para después experimentar y si las cosas son claras y convincentes, entonces es momento de aceptar una creencia. Si, a través de la ciencia, existe una prueba fehaciente de que después de la muerte no existe la continuidad en la conciencia humana, entonces los budistas debemos aceptar tal”.
La conservación resultó en conclusiones impensadas, que lo mismo dejaron satisfecho a Sagan en su afán de mostrar el carácter científico del pensamiento crítico como vía para conocer la realidad; como al Dalai Lama para diferenciar sus métodos de otras religiones que abrazan el oscurantismo, rechazando el progreso científico.
Si quieres leer un episodio inédito en la vida del astrónomo y divulgador de la ciencia, no dejes de leer los estudios de Carl Sagan sobre el beneficio de la marihuana que ocultó para seguir en la NASA. en “The Demon-Haunted World” (1995), Sagan delimita los límites de la ciencia y pone en manifiesto las cualidades que se requieren para distinguir la pseudociencia del conocimiento científico. Descubre lo que propone en el manual de Carl Sagan que te hará escéptico ante los medios de comunicación.
*Referencia:
Carl Sagan y el Dalai Lama en Cornell University, 1991