Se denomina exoplaneta a un astro que orbita una estrella diferente al Sol. Es decir, de una gran estrella diferente a la nuestra y, por lo tanto, fuera de nuestro sistema. Cuando hablamos de exocivilizaciones, hacemos referencia entonces a comunidades y sociedades alienígenas. O por lo menos así lo ha expresado Adam Frank, profesor de Astrofísica en la Universidad de Rochester, quien ha realizado en compañía de otros especialistas un estudio en torno a esas hipotéticas civilizaciones (más allá de los planetas que conocemos) y sus posibles respuestas ante crisis climáticas, extinciones masivas o atentados en contra de la biosfera, tremendamente propios de pobladores en desarrollo.
La pregunta por el fin del mundo como consecuencia última de una desgaste o un maltrato extremo a la Tierra –o cualquier otro planeta–, llevó a que el Dr. Frank y colegas indagaran en diversos escenarios catastróficos que pudieron haber dirigido a ciertos exoplanetas hacia la desolación tras una modificación drástica en su clima. Todo bajo esa línea terrestre de «Nos estamos acabando al mundo» y «Nos dirigimos hacia el final», guió a que este equipo de científicos plantearan tres formas distintas de cómo pudieron haber desaparecido esos “extraterrestres” y, entonces, cómo podríamos extinguirnos nosotros.
1. A medida que esa posible civilización utilizó una buena cantidad de energía –imaginando que pudiesen ser equiparables con lo que aquí se conoce–, su número creció rápidamente; pero el uso del recurso también alejó al planeta de las condiciones en las que creció la civilización. Mientras la evolución de la civilización y el planeta continuaba, la población se disparó, yendo más allá de los límites del planeta. La población, en otras palabras, excedió la capacidad de carga del planeta. Luego vino una gran reducción en la población hasta que el planeta y la civilización alcanzaron un estado estable; después de eso, los cambios cesaron. Se logró una civilización planetaria sostenible, pero a un alto costo. En muchos de los modelos que el equipo logró, advirtieron que hasta el 70 por ciento de dichas poblaciones perecía antes de que se alcanzara un estado estable. «En realidad, no está claro que una civilización tecnológica compleja como la nuestra pueda sobrevivir a semejante catástrofe», dicen los expertos con base en este modelo extremadamente parecido al nuestro.
2. El segundo modelo en realidad no es nada caótico. Esa hipotética población creció y el planeta cambió, pero juntos hicieron una transición suave hacia un nuevo equilibrio. La civilización había cambiado el planeta pero sin provocar una mortandad masiva. Sin embargo, la evolución misma del astro o algún fenómeno incontrolable para dicha población –como un asteroide o una tormenta de fuego– pudieron y podrían acabar con este esquema, por más mesuroso que se haya planteado.
3. Por último, el tercer modelo implica un colapso dramático. Esos planetas supuestos simplemente no podían manejar la avalancha y el impacto de sus civilizaciones. Los mundos anfitriones eran demasiado sensibles al cambio y sus condiciones se deterioraron tan rápido, que tales poblaciones se precipitaron hasta la extinción sin importar qué tan cuidadosos o no hayan sido con el uso de sus recursos agotables o inagotables.
«Dado que probablemente existan más de 10 billones de billones de planetas en el cosmos, a menos que la naturaleza esté perversamente sesgada en contra de civilizaciones como la nuestra, no somos los primeros en aparecer. Eso significa que cada exocivilización que evolucionó a partir de la biosfera de su planeta tenía una historia: una historia de emergencia, aumento de capacidades y. luego tal vez, un desvanecimiento lento o un colapso rápido. Y así como la mayoría de las especies que alguna vez han vivido en la Tierra ahora se han extinguido, también la mayoría de las civilizaciones que surgieron (si surgieron) pueden haber terminado hace mucho tiempo. Entonces, estamos explorando qué les pudo haber sucedido a otros para obtener información sobre lo que podría pasarnos», ha declarado el Dr. Frank.
Ésta puede parecer una burla tendiente a la Ciencia Ficción, pero no. No lo es. Adam Frank realizó un trabajo muy en serio cotejando y analizando leyes universales de la biología, la física y la química de los planetas, para construir las ecuaciones correctas capaces de capturar la evolución entrelazada de un astro y su joven civilización sin importar sus particularidades ni inventar historias al estilo Star Wars.