Una de las premisas más comunes utilizada desde las mentes más conservadoras en contra de la legislación a favor de las parejas homosexuales es la supuesta actitud contra natura de esta preferencia sexual. Sin embargo, nada está más lejos de la realidad; desde hace al menos un siglo, la observación de encuentros entre especies animales del mismo sexo instauró una verdad irrefutable en la comunidad científica.
En 2009, el trabajo “Same-sex sexual behavior and evolution” del biólogo Nathan W. Bailey descubrió que con variaciones entre los distintos grupos del reino animal, la mayoría de las especies –desde moscas hasta delfines– presentan conductas homosexuales, que en algunos casos funcionan para la cohesión del grupo, pero en otros operan sin ningún otro motivo aparente que no sea el placer.
Este estudio fue recibido por legislaciones de todo el mundo como una muestra inequívoca de que la homosexualidad es una preferencia tan natural como cualquier otra. No obstante, una pregunta aún se mantiene en el aire e incluso causa polémica en el seno de la propia comunidad que reconoce y lucha por los derechos de la diversidad sexual:
¿La homosexualidad está condicionada por los genes o bien, se trata de una cuestión enteramente social?
En la década de los noventa, distintos estudios trataron de encontrar en los genes humanos una diferencia sustancial entre las personas homosexuales y heterosexuales. Entonces surgió un primer hallazgo que revelaba pequeñas alteraciones en segmentos de nuestro código genético. No obstante, este resultado fue tergiversado por la prensa, que comunicó dos desafortunadas conclusiones: primero, afirmó que la homosexualidad era enteramente genética y posteriormente, que se había hallado algo conocido como “el gen gay”, una simplificación absurda del resultado de los experimentos.
¿Qué opina la ciencia en la actualidad?
Un ambicioso estudio elaborado en 2017 por la Universidad de North Shore en Illinois afirmó encontrar dos diferencias sustanciales entre dos segmentos de ADN de personas homosexuales y heterosexuales. Después de analizar el genoma completo de mil hombres homosexuales y cruzar los datos con la misma información correspondiente a mil 200 hombres heterosexuales, los investigadores llegaron a la conclusión de que existe evidencia suficiente para creer que estas pequeñas mutaciones pueden influenciar la orientación sexual de sus portadores.
Existe una contradicción aparente: si la homosexualidad es un mecanismo biológico anidado en los genes, ¿cómo habrá de persistir y aportar en la evolución humana, si la reproducción de gays y lesbianas es cuantitativamente menor que la de un individuo heterosexual?
Por ahora, la teoría más aceptada al respecto afirma que estos genes se transmiten a través de otras vías que no involucran la relación entre padre e hijo.
Distintos estudios arrojaron dos datos estadísticos que pueden ser de importancia cardinal para la investigación: la homosexualidad es más común en hombres de la misma línea materna y al mismo tiempo, las parientes mujeres del lado materno de hombres homosexuales suelen tener más hijos que las de hombres heterosexuales.
Es probable que ésta sea la forma en que los genes que influyen en la homosexualidad aseguran su transmisión de generación en generación (influyendo positivamente en la fertilidad de las hermanas para transmitirse a través de ellas) sin necesidad de reproducirse directamente.
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