En 1977, Carl Sagan fue parte de una importante misión: la de seleccionar aquello que se enviaría en las sondas Voyager que llegarían muy lejos, a rincones del universo a los que la humanidad no ha llegado antes. Como parte de la “muestra” de la cultura mexicana que se envió al espacio está “El Cascabel”, un huapango del veracruzano Lorenzo Barcelata.
La música que se envió en la sonda es una coleción de archivos de música, voces y sonidos naturales del planeta Tierra. Se lanzó desde el Kennedy Space Center en 1977 y salió recientemente de nuestro sistema solar. El productor Timothy Ferris fue el encargado de este material, que es una especie de álbum recopilatorio hecho para cualquier criatura que la encuentre en algún remoto lugar del universo. Una especie de “Greatest Hits” de nuestro planeta.
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Hay una razón muy importante por la que se eligió “El Cascabel”. No es solo representativa de la cultura mexicana, sino también de las influencias que recaen en ella. “El intercambio de solos es característicamente Mediterráneo”, explica Ferris en Los Sonidos del Voyager. “Pero la rapidez del arreglo y el encadenamiento es de procedencia africana. También es característico del jazz americano y de los blues, su efecto en El Cascabel es intenso. La orquesta mariachi de Barcelata, a pesar de su impresionante tamaño y de la cantidad de tonos, parece tan ágil como un banco de peces voladores”.
Además de la obra de Barcelata, en la sonda “zarparon” obras musicales clásicas como el Concierto de Brandenburgo de Bach, La Flauta Mágica de Mozart, la Quinta Sinfonía de Beethoven y el Rito de Primavera de Stravinsky. También van “El condor pasa” y “Johnny B. Goode” (que es sin duda la canción que elegiríamos si tuviéramos que explicarle a un extraterrestre qué es el rock and roll), además de otras piezas representativas de distintas culturas del mundo.