“Proteínas de la juventud”, “reparador del ADN facial”, “células madre revitalizantes” o “tecnología antiedad”; todos estos términos se leen a diario en algún banner en Internet, aparecen en televisión o resuenan en la radio sin mayor cuidado.
Parece que con algo de dinero y la dedicación suficiente, es posible mantener un rostro indiferente al paso de los años, un cabello irreal que resiste cualquier clima o una piel radiante, libre de impurezas. Esta sensación es la que guía a millones de personas a invertir en productos de belleza de todo tipo, especialmente en los que en apariencia, cuentan con un aliado invencible de su lado, una ventaja única que los hace superiores al resto: investigación y desarrollo científico.
¿Su respaldo? Estudios estadísticos engañosos –”8 de cada 10 dermatólogos lo recomiendan”–, pruebas sin precisión –”desarrollado por expertos de la piel en un laboratorio suizo”–, animaciones simplonas que muestran el impacto sobre el cuero cabelludo o la piel a nivel microscópico y sobre todo, una verborrea de términos especializados que impactan al público sin sustento científico alguno.
Detrás está la cosmética, una industria multimillonaria presente en todos los países del mundo, cuyo arraigo cultural mantiene ganancias de 154 mil millones de pesos tan sólo en México, el tercer mayor productor a nivel mundial. ¿Aún crees que la tecnología antiedad mantendrá tu piel radiante o que es posible atraer a alguien con perfumes y desodorantes con feromonas integradas? Piénsalo dos veces luego de leer más sobre los ingredientes activos más publicitados:
Células madre
Cada vez más cremas faciales afirman integrar un novedoso ingrediente activo capaz de restaurar la piel y mantenerla siempre tersa: las células madre. Este término se ha vuelto altamente popular en el mercado por una sola razón; el auge de la investigación médica al respecto y la oscura intención de la industria cosmética por utilizar engañosamente el término en la presentación de sus productos.
El campo de las células madre es uno de los más prometedores en la medicina. La posibilidad de utilizar células capaces de ‘especializarse’ y reproducirse para formar cualquier tejido abre distintas posibilidades para tratar enfermedades crónicas y otros padecimientos con mayor investigación; no obstante, hasta el momento no existe ningún estudio científico que reconozca que la aplicación de células madre vegetales en la piel –como afirman un sinfín de productos de belleza– tenga un efecto benéfico en el organismo.
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Jalea real
La jalea real es presentada en distintos productos cosméticos como un ingrediente casi milagroso. Entre sus bondades se concibe como hidratante, antienvejecimiento, antiedad y otras palabras que pretenden deslumbrar al público; sin embargo, su eficiencia no está comprobada.
Según la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria), la jalea real es promocionada en el cuidado de la piel como hipolipemiante –una sustancia que disminuye los niveles de lípidos en la sangre–, estimulante de la producción de estrógeno y capaz de mantener el nivel de colesterol y lípidos en el cuerpo. Después de un análisis de sus características y la forma en que se comercializa, el organismo europeo llegó a la conclusión de que: “es imposible establecer una relación de causa y efecto entre el consumo de jalea real y los efectos anteriormente considerados”.
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Feromonas
Desodorante, shampoo, jabón corporal y perfumes; existe una amplia gama de productos que prometen aumentar la atracción sexual de una persona a partir del aroma corporal. En realidad, los productos que afirman incluir feromonas parten de un principio ciertamente científico, pero sacado de contexto y reducido a un simplismo.
Las feromonas son sustancias químicas que liberan algunas especies de seres vivos y funcionan para provocar un comportamiento en otros individuos de la misma especie. Conocemos la existencia de feromonas de ratones, abejas y otros insectos; sin embargo, no existe evidencia concluyente para asegurar que los humanos podemos secretar y distinguir alguna sustancia similar. Aunque algunos productos realmente incluyan feromonas animales, resulta imposible captarlas por el olfato humano.
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ADN, sustancias revitalizadoras y otros ingredientes
El bombardeo desinformativo de las empresas de la industria cosmética llega al límite cuando presentan algún producto con sustancias beneficiosas para el ADN. Se trata del mejor ejemplo de cómo un concepto científico puede convertirse en una palabra vacía de marketing con el único objetivo de engañar al público y aprovechar la ignorancia popular en estos temas.
Mientras algunas cremas prometen “restaurar el ADN dañado”, otras afirman que son capaces de “penetrar en el ADN y provocar un efecto antiedad” o bien, que incluyen “filamentos de ADN que restauran las células dañadas”. En realidad, el ADN es una molécula esencial para la vida, pues contiene la información genética que distingue a cada ser vivo en la Tierra y funciona para transmitirla de generación en generación. Nada tiene que ver el ADN con tratamientos para la epidermis, ni siquiera sería posible absorber una molécula por vía cutánea y peor aún sería ingresar al cuerpo la información genética de otro organismo.
Las fotografías que ilustran este artículo son parte de Monstrous Feminine, un proyecto fotográfico de Jessica Ledwich. Conoce más en su sitio oficial.
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