No es ninguna noticia que los humanos somos animales de resistencia: es cierto que no podemos hacer un increíble sprint como los cheetah, pero si se trata de aguantar, de no tirar la toalla, somos buenos para recorrer largas distancias.
Pero lo que parecería natural para algunos, despierta la curiosidad de otros: ¿qué determina que seamos corredores de resistencia? ¿Por qué no somos tan rápidos pero no nos cansamos tanto?
El pequeño responsable del cambio
Hace dos a tres millones de años un primate desarrolló largas piernas, músculos más grandes y pies más anchos, además de unas geniales glándulas sudoríparas que le permiten permanecer fresco bajo el ardiente rayo del sol.
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Según la ciencia, fue en esa época que también una mutación de un gen llamado CMAH se diseminó por toda la especie.
Después de millones de años, un reciente estudio científico con ratones apoya la idea de que esta modificación genética permitió a los humanos correr largas distancias para cazar a sus presas cuando se agotaran.
Los ratones corredores
Fue el biólogo Ajit Varki de la Universidad de California en San Diego el que se preguntó qué pasaba con el gen CMAH para que de repente estuviera completamente inactivo.
Varki se preguntó si existía un vínculo entre la modificación del gen y la habilidad para correr largas distancias, pero había un problema para estudiar esta cuestión: que como todos los humanos comparten el mismo gen no funcional, no podía comparar las habilidades de ejecución de las personas con diferentes versiones.
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Sin embargo, la solución la dieron los ratones, pues había pasado años criándolos para tener la misma inactivación de CMAH que los humanos para estudiar la diabetes, el cáncer y la distrofia muscular. Esto es a lo que llegó Varki:
«Durante aproximadamente 10 años he estado tratando de convencer a alguien en mi laboratorio para que coloque estos ratones en una cinta rodante. Cuando finalmente hizo el experimento he aquí que, sin ningún entrenamiento, los ratones deficientes en CMAH era una vez y media mejores para correr».
Así descubrió que los músculos de los roedores, especialmente los de sus extremidades traseras, usaban el oxígeno de manera más eficiente, además de que fueron más resistentes a la fatiga.
De la misma manera, los hombres utilizan sus extremidades inferiores para dar una carrera larga y tendida.
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