El sucio negocio de alquilar tu vientre para ser millonaria

El sucio negocio de alquilar tu vientre para ser millonaria

El sucio negocio de alquilar tu vientre para ser millonaria

Quizá después del nacimiento del Universo, el milagro más grande sea el de la gestación de un ser vivo.



Dentro de la raza humana, en la etapa prenatal es donde se desarrolla el primer y más importante vínculo entre la madre y su hijo. Por medio de las palabras, las caricias y sobre todo, los pensamientos que una mujer dedique al hijo que espera en su interior, ella es capaz de enviar información que impactará en la vida futura del bebé de manera positiva o negativa. Todas las alegrías, penas, angustias, miedos y deseos de la mujer también son transmitidos en la formación de la vida que crece en su interior y que actúa como una especie de esponja, absorbiendo gran parte de esa carga emocional. Es aquí cuando el vínculo entre madre e hijo se hace estrecho o se disuelve de manera peligrosa, impactando en los próximos cinco o diez años en la vida de ambos, cuando su convivencia comience, aparentemente, para siempre.

Hay ocasiones en las que las vidas de una madre y su hijo se separan al momento del alumbramiento. No hablamos de la muerte de alguno de ellos o el rapto que sufre el bebé a manos de una banda de secuestradores: nos referimos a la entrega voluntaria de un bebé por parte de su propia madre a una familia interesada en tener un niño para criarlo como si fuera suyo. Un arreglo o negocio que comenzó desde el momento en que el bebé fue concebido y se gestó hasta el final en el vientre de una madre biológica que, a cambio de ello, recibirá una generosa paga por parte de la familia adoptiva; es lo que se conoce como vientre de alquiler.

Florencia Inciarte, coordinadora del programa de útero subrogado de Halitus Instituto Médico, explica que «se trata de una manifestación de voluntades donde una mujer lleva adelante un embarazo para otra persona o pareja. Se aplica como terapia para toda persona / s que deseen tener un hijo y que no tengan posibilidad de llevar adelante el embarazo; por ejemplo, un hombre, dos hombres, o en mujeres por ausencia del útero, por estar afectado o por riesgo de vida para llevar adelante un embarazo».

Esta práctica despierta sentimientos contradictorios. Por un lado se encuentran los que están a favor de que una mujer actúe con total autonomía sobre su cuerpo y la manera en que presta ayuda a quien no puede tener un hijo de manera natural. En el otro espectro se hallan los que ven en ello un negocio que banaliza el embarazo y lo usa como un negocio donde las ganancias son altas. Habría que vigilar de cerca cuáles son las circunstancias bajo las que una mujer ofrece su vientre para gestar una vida. La extrema pobreza y la desesperación provocada ante ello es lo que hace que muchas mujeres tomen la decisión de prestar su vientre para beneficio de parejas deseosas de tener hijos.

Cada vez son más las personas que recurren al negocio de la también llamada maternidad subrogada como un procedimiento para ganar dinero y cumplir el sueño de otros de ser padres. Este proceso se da a través de la fecundación in vitro o la inseminación artificial. Es un procedimiento complejo que incluye varios puntos éticos o emocionales a considerar. En muchas ocasiones, el vientre de alquiler es el de una mujer que pertenece a la misma familia o alguien muy cercano al matrimonio contratante que lo hace de manera altruista. En estos casos, en su mayoría no hay una compensación económica a la mujer que ha prestado su vientre como receptáculo de una futura vida.

Cuando se trata de una mujer involucrada en este negocio que en algunas partes del mundo se ha vuelto una especie de industria “escondida”, los gastos del embarazo, el parto y las complicaciones que puedan derivarse deben ser resueltos por los padres contratantes. Los costos de ello suelen ser elevados.

¿Qué lleva a una pareja (o una mujer) a tomar en cuenta esta opción? Las opciones en la baraja son muy amplias: procesos fallidos de ser padres de manera natural o artificial, y los enredados trámites para obtener la custodia de un huérfano son los más comunes. Otros motivos pueden ser las enfermedades, la edad o las causas genéticas que impiden a una mujer ser madre.

En México el costo de este procedimiento ronda (como mínimo) los 150 mil pesos y no hay ley alguna que prohíba esta práctica. Técnicamente no hay delito en la llamada subrogación de vientres. No se trata de un negocio que se desarrolle de manera secreta: en Internet se pueden encontrar anuncios en redes sociales de mujeres que ofrecen su vientre en alquiler a personas interesadas en ser padres. Una vez que ambas partes se han contactado y han pactado un precio, el siguiente paso a definir es el lugar donde estará la madre de alquiler, si en su propia casa o en la del matrimonio que se hará cargo de todos los gastos.

En medio de este negocio existen casos trágicos en los que las únicas víctimas terminan siendo los niños, el “producto” de este negocio poco atendido por las autoridades. En una nota publicada por el diario Crónica, fechada el 1 de agosto de 2016, se cuenta la historia de una enfermera que fue testigo de un penoso caso registrado en una pequeña clínica de la Ciudad de México que demuestra la urgencia de legislar esta práctica:

«La pareja que había rentado el vientre de una joven mujer siguió todo el procedimiento, pagaron el costo total del tratamiento, cuidaron a la chica a la que alojaron en su casa y cuando nació el niño, vino con síndrome de Down; nadie quiso saber de esa criatura y nadie quería hacerse responsable».

Países como Estados Unidos tienen leyes claras al respecto. Ahí el tema del alquiler de vientres está regulado y permitido. Debido a ello es que muchas personas viajan a este destino para llevar a cabo la subrogación de vientres de manera segura para lograr sus objetivos. Sin embargo, en este territorio han ocurrido casos en los que las madres que prestan el servicio terminan arrepintiéndose en el momento en que dan a luz, dando origen a discusiones y batallas entre los involucrados. De ahí que la principal preocupación de los padres contratantes sea encontrar a alguien que desde un inicio esté dispuesta a cumplir al pie de la letra el “contrato” que ambas partes han establecido.

No es una historia de ciencia ficción: Surrofair fue un evento llevado a cabo en Madrid, España, en mayo de 2016, como una especie de “feria de vientres de alquiler”, celebrada en el hotel Weare Chamartí. Cientos de parejas acudieron con la idea de obtener un niño a la carta: rubio, ojos azules, perteneciente a una raza que no es la de los padres que lo van a cuidar. Es decir, ya no sólo existe la manipulación para que un vientre ajeno al de la madre destinataria procree un bebé, sino que también cabe la posibilidad de alterar su genética para que sea al gusto de los padres.

Las empresas ofrecían sus servicios presumiendo su experticia en el campo: exhibían a los interesados un nutrido catálogo de madres de alquiler con su historial clínico, datos personales y el número de veces que habían llevado con éxito sus tareas en la subrogación de vientres. «Las gestantes están totalmente evaluadas psicológicamente, médicamente por nuestros doctores. Incluso se revisan sus antecedentes penales», proclama uno de los informantes de las decenas de clínicas de gestación in vitro que se dieron cita en dicho evento.

Fotografía: The New York Times

Este tipo de empresas han estado bajo la atenta mirada del sector feminista que protestan porque las mujeres que forman parte de este catálogo están siendo vendidas o explotadas por industrias científicas que no les garantizan un trato digno. ¿El futuro de la humanidad se encuentra en probetas, vientres de alquiler y elecciones de rasgos faciales por medio de un catálogo? ¿Hasta dónde se derriba la barrera entre la elección de qué es lo correcto hacer con el propio cuerpo y hasta dónde es válido usarlo como herramienta de negocio ante lo más sagrado que hay en el mundo: la vida humana?

Quizá la fertilización in vitro y otras maneras de preservar la vida sean las alternativas del futuro que la humanidad está buscando para no morir y sobrevivir a una posible extinción masiva que condene al planeta tal y como lo conocemos.

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