El término “bebé de diseño” se ha popularizado y difundido para referirse a aquellos bebés cuyos embriones han sufrido algún tipo de modificación del material genético. Estas modificaciones podrían darle poder a los padres de elegir el color de ojos de su bebé o su altura, por ejemplo. Si bien esta tecnología ha sido motivo de preocupación, en particular cuando se trata de cuestionamientos sobre la ética de su implementación, ahora estamos frente a otra tecnología en desarrollo que podría tener implicaciones serias si se hace demasiado rápido.
El primer caso de niños editados genéticamente ocurrió en China, cuando el investigador He Jiankui alteró los embriones de unos gemelos para hacerlos resistentes al VIH, viruela y cólera. Esta acción sin duda despertó todo tipo de preocupaciones entre la comunidad médica, pues aún no son previsibles las consecuencias que este tipo de experimentación puede tener.
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En este contexto se inscribe la propuesta de Bryan Bishop, descrito como entusiasta de los bebés de diseño y principal promotor de una iniciativa comercial para desarrollar la ciencia detrás de niños súper editados. Él plantea la posibilidad de tener “niños transgénicos”, es decir, bebés de diseño pero cuyos alcances sean aún mayores. De acuerdo con Antonio Regalado de MIT Technology Review, los niños editados por Bishop y su equipo, podrían desarrollar su musculatura sin hacer ejercicio o levantamiento de pesas, tener mayor longevidad y que su sangre sea AB+ para poder recibir transfusiones de cualquier otra persona.
Uno de los motivos detrás de las preocupaciones por la iniciativa empresarial de Bishop son sus credenciales como tal. A diferencia de He Jiankui, Bishop no es ningún doctor. En realidad el hombre se ha especializado en el mundo de las criptomonedas y la programación. Esta inmersión en la tecnología es lo que lo ha llevado a lo que le llaman el DIY biológico —hazlo tu mismo, por sus siglas en inglés—, así como en ingeniería genética, terapia de generes y biología sintética; en otras palabras, lo que algunos denominan como biohacking.
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Precisamente es su interés en desarrollar esta ciencia de forma amateur y apresurada lo que preocupa a la comunidad médica, en particular cuando sus avances se plantean a partir de un ámbito comercial que proyecta miles de millones en ganancias de poderse implementar en humanos.
«No hemos empezado con humanos, pero creemos que esto es ético. Ahora mismo la gente está en una cacería de brujas para encontrar algún mal, pero me temo que no podrán encontrar ninguno». Declara Bishop, quien trabaja asociado a Max Berry, un bioingeniero.
El inicio de la carrera hacia los niños transgénicos
Con bitcoins disponibles para invertir y contactos entre la comunidad de biohackers, Bishop intenta dejar su legado de la modificación de genes a través de una terapia sobre los testículos de los voluntarios, esto haría que los espermatozoides llevaran la nueva información genética que haría al humano resultante una versión de diseño.
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Para llegar a ese punto, Bishop y Berry tienen proyectadas varias pruebas en animales, como perros y ratones. Aunque, de acuerdo con Regalado, los hombres han comenzado a tener dudas sobre su técnica para mejorar los embriones y han considerado nuevamente un acercamiento similar al de su contraparte china y los embriones desarrollados mediante la fertilización in vitro.
Sin embargo, no deja de tener las mismas implicaciones éticas, a pesar de que el propio Bishop buscó consejo entre los expertos en bioética, no lo recibió. Uno de los mayores riesgos que todo tipo de experimentación genética en embriones humanos es hacerlo de forma apresurada y sin considerar los posibles efectos que podría tener sobre el desarrollo del humano en cuestión. Ya sea que su salud se vea afectada, o bien el tipo de medidas que los gobiernos del mundo tendrían que adoptar para regular este tipo de servicios privados, en particular en aquellos países donde las reglas sobre la bioingeniería no existen o son estrictas.
Aunque si algo es cierto es que de haber niños transgénicos en el futuro, se trata de una esfuerzo científico que aún está a más de un par de años de desarrollarse con éxito, pero que de hacerlo, pondría en jaque, así como en las películas y los libros, la organización y jerarquía humana, en particular cuando este tipo de “mejoras” estén sujetas al poder adquisitivo de las personas.
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