Suena la alarma, aunque quieras dormir un poco más, sabes que tienes el tiempo encima y es hora de levantarte de la cama. Ya rumbo al trabajo tomas tu teléfono y casi de manera automática abres la aplicación de Facebook para olvidarte del terrible tráfico y enterarte de cómo amaneció el mundo. Desde la página principal desfilan ante tus ojos noticias que de alguna u otra manera son de tu interés: no es coincidencia.
Nuestra inocencia nos hace creer que lo que se despliega tras nuestro inicio de sesión es información azarosa que aparece de manera aleatoria. Sin embargo, un elaborado sistema de algoritmos hace posible que, de acuerdo a tus gustos, tengas a la mano determinado contenido.
Esto parece no tener mayor conflicto. Haría falta una mentalidad de conspiracionista para pensar que esto tiene mayores implicaciones. No obstante, si lo pensamos a una mayor escala, podremos aceptar sin mucho problema que existen esferas de poder específicas que están interesados en difundir un determinado mensaje.
Lo inquietante es que esto está tan bien pensado, que incluso la información falsa que circula en redes tiene un propósito.
Esto podría sonar ridículo. Sin embargo, recientes investigaciones de diversos medios –entre ellos el New York Times, el Washington Post o la BBC–ponen en evidencia que más allá del resultado de la ignorancia o de un juego bromista, las noticias falsas penden de razones políticas y económicas poderosas.
La muerte de alguna figura mundial, hallazgos planetarios sorprendentes o declaraciones de algún político importante, son sólo ejemplos de noticias falsas que circulan a menudo. Existen medios que están destinados –de manera casi secreta– a la elaboración de notas que causen pánico, miedo, sorpresa o ira. Al final, lo que se busca es la viralización del contenido y la expansión de visitas a determinados sitios. Para que la noticia se vuelva tendencia, se crean los deniminados ‘bots’, con estos usuarios falsos, la información errónea gana más peso, pues están destinados a alimentarla y distribuirla.
Uno de los propósitos puede ser la desacreditación de algún contrincante en contiendas electorales. Por ejemplo, durante la reciente campaña política entre Donald Trump y Hillary Clinton, surgieron diversas noticias sobre espionaje o infiltración de información de Estado que puso a temblar al sistema americano, beneficiando a uno u otro contendiente según el caso.
En México, ha sucedido un caso similar en vísperas de las elecciones presidenciales en 2018. Aunque una noticia sea falsa, el impacto que tiene en las redes es tal, que el link se comparte exponencialmente hasta llegar a dimensiones insospechadas. Incluso, medios de información considerados “serios” utilizan este tipo de información cegados por la mediatización y la urgencia de sacar información de última hora.
Así, aunque la noticia se desmienta, la corrección puede no ser tan viral como lo fue la primer nota y existe –se quiera o no– un desprestigio para la persona involucrada. Por otro lado, los hilos económicos también están involucrados detrás. El tráfico que genera una página de internet lo hace más rentable para los anunciantes. Por ello, aunque se trate de noticias falsas, mientras un sitio tenga visitas, los banners de los anunciantes se verán más, lo que se verá reflejado en sus finanzas.
Por todo ello, es importante tener cuidado en la información que decidimos compartir. Además de nutrir todo este universo ofrecido por empresas irresponsables de marketing digital que ofrecen estos servicios a cambio de sumas millonarias o de favores de carácter ilegal, se abona a la desinformación y posiblemente al caos. No sólo eso, las grandes decisiones mundiales también se juegan en el inconmensurable espacio del Internet.
Si te interesa conocer más sobre estos oscuros aspectos de las redes sociales, podrías consultar “6 formas arriesgadas de conseguir dinero fácil en Internet” ó “¿Cuántos millones gana un hacker por un ataque cibernético?”.
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Referencias:
BBC