Hace miles de años, el enorme mapa del cielo nocturno mostró a los hombres de la antigüedad los tiempos venideros. La llegada de las cosechas, épocas de lluvias, migración de los animales y hasta el periodo menstrual de las mujeres en consonancia con las fases lunares: la posición de las estrellas parecía predecir con acierto los hechos significativos que ocurrían en la Tierra y se consolidó en la cosmovisión de muchos pueblos como un calendario confiable para determinar el futuro.
Año con año, las culturas antiguas comprobaron como Orión aparecía en las madrugadas del hemisferio norte y ganaba terreno conforme se aproximaba el frío y los días más cortos. Lo opuesto ocurría cuando Hércules se mantenía en todo lo alto durante las cálidas madrugadas. Además de tranquilidad y certeza, el movimiento de los astros en la bóveda celeste provocó en los hombres la noción de que no sólo las estaciones del año y sus consecuencias se podían preveer en el cielo nocturno, pensado como una bola de cristal, también los designios que esperaban a los hombres podían verse a través del tránsito de las constelaciones en las noches más oscuras.
Mucho antes de la invención del horóscopo tal y como lo conocemos, babilónicos, sumerios, indios y mayas habían descrito constelaciones uniendo puntos brillantes en el cielo según su imaginación.
Es así, que lo que hoy se conoce como horóscopo, es el resultad de la observación del comportamiento de un conjunto de estrellas (constelaciones) según la mitología grecolatina y su relación con una fecha especial (en este caso, nacimientos) en el intento por predecir el futuro. Mucho antes de la invención del horóscopo tal y como lo conocemos, babilónicos, sumerios, indios y mayas habían descrito constelaciones uniendo puntos brillantes en el cielo según su imaginación, otorgando capacidades similares al horóscopo creado por Ptolomeo y que se mantiene en la actualidad.
¿Por qué apareció un nuevo signo zodiacal?
La noticia de la supuesta “aparición” de un “nuevo” signo zodiacal conocido como Ofiuco, conmocionó a millones de personas en el mundo que día a día, consultan a su astrólogo de cabecera para saber qué les depara el futuro, de la misma forma que los hombres de la antigüedad miraban al cielo para saber la época del año en que se encontraban.
El suceso carece de importancia en la vida de cualquier persona y es seguro que aquellos nacidos bajo el signo de Sagitario pueden seguir siendo tan Sagitario como siempre. No experimentarán cambios de humor o personalidad, un revés en el amor o la llegada de una gran oportunidad de negocio (al menos, no gracias a los movimientos de la bóveda celeste). Sólo se trata del ajuste de los cálculos de Claudio Ptolomeo al presente debido a dos fenómenos astronómicos: la eclíptica y la precesión de la Tierra.
Hace casi dos milenios, el astrólogo egipcio dividió al cielo en doce según las constelaciones que podía divisar en la noche estrellada. Muchas constelaciones conocidas en la actualidad quedaron fuera y bien podrían ser signos zodiacales: ¿Qué futuro depara a los Andrómeda, Hércules, Cassiopeia, Pegaso u otras de las 88 reconocidas por la Unión Astronómica Internacional? ¿Qué para quienes nacieron durante el tránsito del Sol sobre el Emú de los aborígenes australianos, el Jaguar mexica o la Serpiente maya?
El movimiento aparente del Sol a través del cielo a lo largo de un año (la eclíptica) determinó en aquél entonces las doce constelaciones que se conocen del Zodiaco. Dos mil años después, la Tierra y todo el Universo que permanecen en constante movimiento, han dejado en el error a los cálculos ptolomeicos.
No sólo eso: el movimiento de precesión de la Tierra (similar al del eje de un trompo tambaleándose mientras pierde velocidad) obliga al planeta a girar cíclicamente y completa un periodo cada 25 mil años.
El mejor ejemplo para explicar la precesión es el norte de la Tierra en la navegación: desde la edad moderna, marineros de todo el mundo reconocen la dirección que deben seguir para llegar al norte gracias a una estrella que se mantiene casi inamovible. Se trata de Polaris, en la constelación de la Osa Menor, que a lo largo de algunos milenios durante su lento tránsito a través del cielo se ha mantenido “fija” apuntando al norte terrestre. No siempre fue así. Para los primeros egipcios, la ubicación del norte indudablemente estaba en la constelación del Dragón y no en la Osa Menor.
La superstición del mundo antiguo por el número 13 también influyó en el astrólogo para ignorar a Ofiuco y unir su suerte a la de Sagitario
Gracias a ambos movimientos, las constelaciones se mantienen en una lenta y eterna carrera que se prolonga por millones de años a través del cielo nocturno, explicando la diferencia en la eclíptica que vio Ptolomeo a la actual. La superstición del mundo antiguo por el número 13 también influyó en el astrólogo para ignorar a Ofiuco y unir su suerte a la de Sagitario. A pesar de que ambos aparecían consecutivos en la bóveda celeste, por cábala y razones de elegancia matemática (dividir los 360 grados en 13 genera un cociente con decimales, no así con 12) los horóscopos se constituyeron tal como lo conocemos hoy.
Si quieres conocer más sobre los signos zodiacales como un rasgo histórico imprescindible, parte de una etapa anterior al conocimiento del hombre sobre algunos fenómenos de la naturaleza, no dejes de leer el origen de los signos zodiacales, más allá de lo banal.
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