El caso de la vaquita marina tan sólo es el ejemplo más reciente —y cercano a nuestra realidad— de cómo la explotación desmedida de los recursos naturales acaba con los hábitats naturales y de cómo la ilegalidad puede terminar virtualmente con una especie… o en este caso hasta dos. No sólo eso, también es un gran ejemplo de cómo la codicia humana, así como las falsas creencias nos pueden llevar a comerciar de forma inconsciente al grado de acabar con nuestros recursos y otras formas de vida.
En años recientes el gobierno mexicano, así como varias agencias medioambientales han comenzado una campaña de concientización sobre el peligro que atraviesa la vaquita marina, así como los esfuerzos de conservación para que la especie sobreviva, y es que se trata de un caso tan grave dadas las condiciones en las que las vaquitas marinas se desarrollan. En otras palabras, entre tantas especies marinas, éstas son proclives al peligro de extinción dado que sus números por naturaleza son bajos, ya que sólo tienen una cría cada dos años —o hasta más—. Sin embargo, además de la vaquita marina, el pez totoaba —o corvina blanca—, otra especie endémica de México, se encuentra en peligro desde hace años y no es coincidencia que ambos casos estén relacionados.
[En manos corvina blanca, en suelo, vaquita marina.]
La pesca desmedida de la totoaba es uno de los principales factores que han contribuido a la extinción de la vaquita marina, ya que ésta suele morir atrapada en las redes. Y es que a pesar de que en 1975 se impuso una prohibición de su pesca, la totoaba sigue siendo pescada desde la ilegalidad, ya que es considerada un objeto de lujo en países como China debido a las supuestas propiedades medicinales de su vejiga —misma que se caracteriza porque lo ayuda a flotar sin necesidad de realizar ningún esfuerzo muscular—.
Entre los beneficios —no probados— de la vejiga están el aumento de la fertilidad y la potencia sexual, se cree que mejora la circulación, disminuye el colesterol, alivia malestares de las articulaciones y rejuvenece la piel, entre muchos otros supuestos efectos. Esta versatilidad hace que el órgano cueste mucho más que la cocaína y sea traficado como si de drogas se tratara. En promedio se estima que un kilo de vejiga de totoaba puede costar más de $8.50 dólares, por ello se le conoce como la cocaína acuática, y no sólo eso, según la Secretaría de Marina, el tráfico de totoaba es mucho más rentable que el de la cocaína, por lo que algunos carteles de droga han comenzado a incluirla entre todos los productos de trafican de frontera a frontera.
Sin duda se trata de una situación crítica y especial, pues a diferencia de otros casos, el simple hecho de proteger a una especie, podría salvar a otra también. Sin embargo, aún queda mucho por hacer y en ocasiones parece difícil saber qué hacer desde nuestro lugar, en particular cuando se trata de una sobre explotación provocada por la demanda comercial de otra región del mundo, lo cual implica lidiar con un estilo de vida completamente diferente y con el que pareciera imposible hacer cambiar.
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