Oliver fue un hipotético híbrido entre humano y chimpancé en los años 60 y 70. Según registros y especulaciones un tanto sensacionalistas, este pequeño simio presentaba características excepcionales para un primate; su costumbre de caminar siempre erguido o su gran capacidad intelectual, por ejemplo.
La criatura se convirtió entonces en todo un caso de estudio para la ciencia y, en terrible consecuencia, un espectáculo de circo para aquellos años. No fue sino hasta un 27 de marzo de 1998 cuando Discovery Chanel realizó un programa especial para analizar su situación y divulgar su historia.
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De acuerdo con la investigación –misma que no se puede plantear como una verdad inexorable–, Oliver fue capturado en África, específicamente en la región del Congo, y vendido como un chimpancé. Conforme a las anécdotas y el material hallado, Oliver presentaba una apariencia distinta a la de otros chimpancés, quizás un poco más cercana a la de los humanos, así como comportamientos que lo alejaban de la arcaica idea de lo animal.
Alrededor de él se especulaba un mayor disfrute de la presencia de los humanos que de la de los chimpancés, una atracción sexual por las humanas y no por las hembras de su especie, y una mejor disponibilidad para el hacer doméstico en comparación con las demás “bestias”.
Al pasar los años, Oliver fue vendido en múltiples ocasiones hasta que su vida se desarrolló en un laboratorio donde se le realizaron pruebas científicas más creíbles que las de antes –cuando se intentó desarrollar en él otros tipos de experimentación–, para tratar de despejar las dudas sobre su origen. La hipótesis más famosa es aquella que se sostiene en que los chimpancés y humanos se encuentran estrechamente relacionados (presentando un 98.4 % de su ADN en común) y que entonces esto abre la posibilidad de individuos híbridos; así como las mulas y los tigres, existe –de acuerdo con algunos investigadores– la posibilidad de que Oliver haya sido producto de una relación zoofílica o el resultado de un experimento.
En la prensa norteamericana, desde el descubrimiento de este extraño chimpancé hasta análisis actuales, han circulado muchos rumores acerca de la genética de Oliver y supuestas pruebas de su génesis; sin embargo, ninguna es contundente y escapa de los tintes de la charlatanería.
Tales rumores nunca han sido confirmados y los análisis que se realizaron en la Universidad de Chicago concluyeron que, a pesar de los rasgos humanos de Oliver, se trataba de un chimpancé y nada más. Se ha descartado la hipótesis del híbrido, pero no así que se tratase de un chimpancé común con alguna combinación casual de rasgos poco usuales o de evolución.
Tras un análisis del ADN mitocondrial y del cromosoma Y, se descubrió que los padres de Oliver están relacionados con chimpancés de África central, abriendo distintas disertaciones sobre la explicación para su peculiar bipedismo y demás características que se le atribuyeron a este chimpancé.
En el quinto capítulo de Los dragones del Edén de Carl Sagan, “Las abstracciones de los brutos”, trazando un análisis de la mente humana y chimpancé, de los procesos lingüísticos y mentales entre ambos, el autor menciona: «A la luz de nuestros actuales conocimientos, el apareamiento eventual de un hombre con un chimpancé es perfectamente plausible».
El reconocido científico y divulgador nos recuerda que hasta hace muy poco se consideraba que una sola célula somática ordinaria del hombre contenía cuarenta y ocho cromosomas, y que ahora sabemos que el número exacto es cuarenta y seis. También hace hincapié en tales líneas que los chimpancés, al parecer, tienen efectivamente cuarenta y ocho cromosomas; lo que hace inviable o raro por todos los conceptos el cruce de un hombre con un chimpancé.
Sagan continúa diciendo: «Sin duda el hecho se habrá dado poquísimas veces, por lo menos modernamente. Uno no puede por menos que preguntarse cuál sería el estatuto legal de la prole fruto de una unión de este género. En mi opinión, las facultades cognitivas de los chimpancés nos obligan a interrogarnos sobre los verdaderos límites de la comunidad de seres a quienes debemos especiales consideraciones éticas. Espero, además, que su estudio puede contribuir a ensanchar nuestras perspectivas éticas y hacernos tomar en consideración, por vía descendente, a los grupos taxonómicos que pueblan la Tierra, y en línea ascendente, a los organismos extraterrestres, en el supuesto de que existan».
Concluyendo, el apareamiento entre hombre-chimpancé es poco probable, especialmente si se le ve desde la esfera de lo político y lo ético; altamente extraño y quizá catastrófico desde el punto de vista biológico, también. Ni se diga fantástico cuando hablamos del caso de Oliver. Así que la especulación no termina, pero sí es de sumo cuidado afirmar la posibilidad dada la estrecha relación entre humanos y simios. Aún cuando revisemos la historia y sepamos que la evolución se dio gracias al encuentro y cruza entre algunos australopitecos u homos, es muy aventurado decir que la reproducción interespecie es más que viable o dadora de resultados a corto plazo.