Las tortugas japonesas como mascotas han adquirido notoriedad a nivel mundial, son consideradas como las más populares entre las tortugas de agua dulce, el lado oscuro es que también son una especie invasora que está creando graves conflictos en la fauna del mundo debido a su abandono o liberación en lugares inapropiados y su extraordinaria capacidad de adaptación.
Un solo ejemplar necesita un pequeño estanque o pecera de aproximadamente 200 litros para que pueda vivir cómodamente durante toda su vida. Este espacio debe contar con una zona cubierta de agua, varias zonas secas, abundante vegetación y un lugar para cobijarse. Es muy importante que esté expuesta a la luz solar directa, para una buena fijación del calcio en los huesos y para aprovechar el calor, que acelera su metabolismo.
Teniendo en cuenta los cuidados que necesitan las tortugas y su vida de aproximadamente 20 años, su adquisición requiere un fuerte compromiso por parte del dueño. Sin embargo, mucha gente decide soltar estas tortugas en ríos, arroyos y lagos, donde se convierte en un grave problema: en una especie invasora que desplaza a la fauna autóctona y altera el ecosistema.
Los animales exóticos invasores son llamados así por ser especies o subespecies que establecen una población fuera de su área de distribución normal y actúan como agentes de cambio, convirtiéndose en una amenaza para la diversidad biológica nativa y sus ecosistemas, así como para la economía o la salud pública.
La introducción de especies invasoras es la segunda causa de mayor amenaza para la biodiversidad en todo el mundo, después de la pérdida de hábitat.
La liberación de las tortugas en el medio natural constituye una de las más grandes amenazas, dado que su presencia interfiere en el comportamiento de otras tortugas acuáticas nativas, siendo portadoras de enfermedades, interfiriendo con la reproducción y el anidamiento.
Por esta razón, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza la considera dentro de la lista de las cien especies exóticas invasoras más dañinas del mundo y su comercio e importación están prohibidos en algunos países europeos; desafortunadamente, en México se sigue vendiendo no sólo ésta, sino otras especies de tortugas sin considerar los riesgos económicos-sociales, de salud y ecológicos que ello conlleva.