Si eres mujer y viajas a Sri Lanka, no podrás beber alcohol. Una enmienda que estuvo vigente hace 40 años volvió a surtir efecto por decisión del Gobierno del país asiático para restringir la venta de bebidas embriagantes al género femenino. Para muchos, se trata de una medida sumamente retrógrada: ¿Por qué alguien más tendría que decidir lo que las mujeres consumen y lo que no?, otros más —principalmente hombres— suponen que “están haciendo un bien”, pues las mujeres deben conservar un estilo de vida saludable y libre de vicios.
Más allá del profundo machismo que esta medida representa, esta actitud puede ser replicada en todo el mundo de innumerables maneras. Una de ellas es la suposición generalizada de que las mujeres representan al “sexo débil”, ese que debe quedar al cuidado y protección de un hombre.
Según una investigación llevada a cabo por el Centro Max Planck de Odense de Dinamarca, «las mujeres en casi todas las poblaciones modernas viven más tiempo que los hombres». Esto es un hecho, sin embargo, la respuesta al por qué sucede continúa sin ser muy clara.
Reproduciendo los estereotipos de lo que “una mujer debe hacer” y lo que no, muchos han intentado explicar que el alza en la esperanza de vida femenina se debe a que las mujeres tienen un modo de vida más sano: se preocupan más por su salud, evitan fumar y beber, son más “delicadas” y por eso no tienen riesgos. Supuestos factores sociales que hacen que la vida de una mujer sea más larga que la de un hombre.
No obstante, estos estudios pusieron de manifiesto que sí existen factores biológicos que influyen en esta brecha de género y que estos son los elementos decisivos para que las mujeres tengan una vida mejor y más larga.
«La enorme diferencia que hemos encontrado en favor de las féminas durante las crisis es muy sorprendente. Lo que se sabe de las épocas estudiadas es que, si había un trato preferencial por sexos, los machos eran los beneficiarios, por lo que es incluso más reseñable que a pesar de una posible discriminación las niñas sobreviven más».
Los resultados fueron hallados luego de que se estudiara «la supervivencia de ambos sexos en siete poblaciones bajo condiciones extremas de hambrunas, epidemias y esclavitud». Las estadísticas demostraron que las mujeres sobrevivieron más tiempo que los hombres.
Esta versión es respaldada por la observancia al mundo animal, pues en la mayoría de los mamíferos sucede que, bajo condiciones muy adversas, las hembras sobreviven mejor que los machos, incluso durante los primeros años de vida.
En entrevista con El País, Virginia Zarulli, quien estuvo a cargo de esta investigación, explicó que esta supervivencia se debe en buena parte a las hormonas: «los estrógenos femeninos son antinflamatorios y protegen el sistema circulatorio, mientras la testosterona está asociada a una mayor mortalidad por algunas enfermedades».
Detalló que mientras los estrógenos fortalecen el sistema inmune, la testosterona y la progesterona lo debilitan. Así, «la incidencia de infecciones es menor entre mujeres que hombres» y en condiciones precarias, una infección —por menor que sea— puede causar la muerte. Queda claro cómo es que las mujeres viven más tiempo: no es cuestión social, sino de la propia naturaleza.
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*Este artículo fue publicado con anterioridad y ha sido editado por Cultura Colectiva
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