«Realmente no me gustaría vivir mi vida sin él. Ahora que está en una situación vulnerable me siento más apegada a él», dice “Victoria”, el pseudónimo de una joven sueca perdidamente enamorada de Behring Breivik, asesino serial noruego acusado del asesinato de 77 jóvenes en 2011.
No sólo le ha mandado decenas de cartas y regalos, sino que apeló a la corte para visitarlo en la cárcel, pues ella misma se declara como “su novia”. ¿Qué es lo que pasa por la mente de “Victoria”? ¿En qué diablos está pensando al querer involucrarse con uno de los criminales más peligrosos de los últimos años? Ella es hibristofílica.
La hibristofilia es la atracción que algunas mujeres sienten por hombres que han cometido algún crimen y tienen una conducta marcadamente agresiva. Según diversos estudios, ésta puede ir de una fijación “fuerte” a una más “suave”; en el primer caso, un asesino serial sería el clásico objeto de deseo y en el segundo, el “chico malo” que transgrede reglas marcadas por la sociedad.
La hibristofilia no está considerada un trastorno mental, sin embargo, sí se ha abordado desde un sentido clínico. Las mujeres que la viven están conscientes del peligro que corren estando con una persona transgresora; pero justo eso las motiva a permanecer con ella. Aunque cada caso tiene sus particularidades, existen generalizaciones al respecto:
Por una parte, intentan cumplir su papel como protectoras; piensan que los sujetos son almas incomprendidas y víctimas de una vida injusta, donde ellas serán sus salvadoras. Por otro lado, encuentran seguridad, es decir, teniendo de su lado “al malo” no corren ningún peligro. Mientras tanto, en el ámbito sexual, la idea relacionada a estar involucrándose con una persona prohibida, se vuelve un aliciente erótico que buscan obtener a cualquier costo.
En el caso de los criminales que han sido encontrados culpables y pagan su condena en una cárcel, las mujeres que se sienten atraídas comienzan la relación como una especie de fantasía: ellas saben que sus “amados” se encuentran tras las rejas, por lo que sería imposible que les hicieran daño. Al mismo tiempo, alimentan en su interior la idea de que él está pensando sólo en ellas y en cautiverio, aseguran que siempre les será fiel. Es una manera de solicitar amor y atención a gritos; se trata de una carencia emocional de fondo.
Sin embargo, el factor cultural resulta imprescindible para comprender esta atracción. Como lo refiere Arturo Torres, sociólogo y psicólogo por la Universidad Autónoma de Barcelona para Psicología y Mente: «no se puede pasar por alto el concepto de patriarcado, un sistema de autoridad y poder en cuya cima están siempre los hombres. Se hipotetiza que a causa del patriarcado las características masculinas son vistas como algo extremadamente deseable, y la violencia y el sometimiento del resto expresa de forma consistente esta clase de valores».
El riesgo de generalizar esta tendencia está, sin duda, en la normalización de la violencia, algo que no debe entenderse de ese modo de manera alguna.
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