Nuestra vida está hecha de planes. En este preciso momento puedes hacer una breve pausa e imaginar lo qué harás las horas siguientes. Tienes una imagen de las cosas pendientes y crees saber qué es lo que sucederá. Sin embargo, si lo piensas un minuto más, podrás percatarte de lo frágil que es toda tu predicción. Si lo recuerdas, innumerables veces, todas tus previsiones –por minúsculas que sean– se han venido abajo.
Ocurrió cuando saliste de vacaciones a un lugar que no conocías e imaginaste por largo tiempo cómo sería y pasa cuando los imprevistos diarios te atrasan para tus propósitos. Incluso pasaba cuando eras niño y pensabas en lo que harías hoy. Todas esas suposiciones fueron descartadas, o al menos no correspondieron a la realidad tal y como lo creíste. Pero, ¿qué pasaría si hubiera una manera certera de conocer el futuro?, ¿cómo viviríamos si supiéramos con exactitud lo que nos depara el transcurrir del tiempo?
Existe una disciplina que asegura que es posible acercarnos a este conocimiento. No se trata de un pensamiento esotérico, los pronósticos radican en estudios de carácter histórico y social. Sin embargo, fue justamente esta intención de rigurosidad científica la que le ha valido más críticas.
El término “futurology” fue utilizado por primera vez por Osspip K. Flechtheim en 1945 en su artículo ‘Teaching the Future’. En la actualidad, el término se ha neutralizado como una ciencia de previsión y posibilidad, más que una ciencia de predicción. Sus representantes afirman que no pretenden ser una especie de brujos adivinadores, sino ofrecer las posibilidades más plausibles para prepararnos ante lo eventual. Justamente, es en los tiempos de incertidumbre –como el nuestro– donde se vuelve más imperiosa la necesidad de asegurar el futuro.
Casi simultáneamente a esta apuesta estadounidense, en Europa se originó La Prospectiva, una disciplina que prevé un futuro deseado y analiza las posibilidades de llegar a él. Aunque pueda parecernos una cuestión salida de un libro de ciencia ficción, la necesidad de adelantarse al futuro es una preocupación real. Tanto así que en 1973 se creó la Federación Mundial para Estudios sobre el Futuro que aún opera hoy en día.
Entre las predicciones de los futurólogos, que no distan mucho de las de las personas allegadas a los procesos tecnológicos, están las siguientes:
5. Los idiomas se simplificarán, desaparecerán las diferencias entre ellos y la manera de comunicarnos será más inmediata.
4. La realidad aumentada se potencializará hasta poder interactuar en tiempo real e incluso tocar los productos virtuales.
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3. La impresión 3D evolucionará hasta vestirnos con ella. La medicina y la construcción también dependerán de este tipo de construcciones.
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2. Internet será capaz de almacenar nuestras emociones y recuerdos por lo que se convertirá en una red cerebral.
1. La nanotecnología logrará hacernos inmortales, nanorobots incrustados en nuestro cuerpo podrían ayudar a nuestras células a recuperarse de cualquier enfermedad.
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Sería un tanto ingenuo sostener que, de realizarse, estas hipótesis confirmen que la futurología sea una ciencia exacta. Pese a una innegable rigurosidad matemática, social, política y económica de la que esta disciplina se sirve, resulta improbable que el futuro pueda conocerse porque carece de existencia. Sin embargo, es innegable su aporte para la previsión de fenómenos.
Un exhaustivo análisis del pasado y el presente puede darnos un rastreo suficientemente predecible, pero las certezas parecen no estar en nuestro alcance. Finalmente, queda una pregunta en el aire; ¿si pudiéramos conocer el futuro de manera exacta, nos atreveríamos a hacerlo?
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Si quieres saber más sobre “predicciones del futuro” puedes revisar las que hizo Star Wars, y si quieres conocer a los humanos genéticamente perfectos, conocer a estos súper hombres del futuro.
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Referencias:
BBC
Euroresidentes
Algarabía