Plantas medicinales, ungüentos o baños terapéuticos, muchos de estos métodos tienen tanto tiempo existiendo en nuestra vida que ni siquiera nos pasa por la mente el hecho de que son fruto de la sabiduría y el conocimiento ancestral de diferentes civilizaciones antiguas repartidas alrededor del mundo. Desde que somos niños, nuestras abuelas o madres, casi como brujas ancestrales, nos acercaron al ya no tan oculto mundo de los remedios caseros; lo que en principio no estaba mal, sino todo lo contrario.
El simple olor de la manzanilla hervida en una pequeña taza humeante es motivo para sentirse bien, ¿se trata de un placebo? Probablemente sí, pero sólo la esencia de la flor, pues sus propiedades químicas son razón suficiente para creer que ésta de verdad ayuda, mas no sustituye a los tratamientos relacionados con el dolor de estómago. Por otro lado, existen otros métodos que ocultos bajo la etiqueta de la “medicina tradicional” ofrecen soluciones que en realidad no son más que engaños bien elaborados para generar en las personas una sensación de bienestar que es en realidad una completa ilusión.
A partir de los años sesenta, una ola de misticismo e ideas de trascendencia llegó a nosotros en forma de New Age, un movimiento que englobaba varios aspectos de diferentes disciplinas y doctrinas orientales. De todas las prácticas que difundieron “doctores” pertenecientes a esta “nueva era de la medicina”, pocas fueron tan populares como la acupuntura y la acupresión que encantaron a más de una persona al prometer una solución rápida y práctica a todas las dolencias del cuerpo.¿Cómo? Con algo tan sencillo como presionar puntos específicos del cuerpo.
Mientras para los escépticos éste es un método carente de sustento científico, para quienes se han sometido a él con el suficiente fervor, la acupresión no es sólo un método alternativo para curar dolencias, sino un verdadero “milagro clínico”. En defensa de la lógica, doctores como el profesor Edzard Ernst, quien se ha ganado el título del científico más odiado por la medicina alternativa, han dedicado sus esfuerzos a demostrar que tanto la acupresión como la acupuntura no son más que placebos generados por una confianza desmedida en estos médicos que –ya lo veremos– no son otra cosa que charlatanes.
Según un estudio extrañamente publicado en la Journal of General Internal Medicine ─una revista científica que ostenta cierta seriedad en su contenido─, es posible ‘estimular los meridianos del cerebro’ a través de un mensaje en el perineo para liberar toda tensión y así dejar libres los canales de energía que se encuentran bloqueados generando malestar. Lo cierto es que, al resultar un caso casi masturbatorio, poco tienen de terapéuticos estos procedimientos; eso sin mencionar que para sustentar sus resultados, los realizadores de dicho estudio se saltaron todo el proceso científico que supone un análisis bioquímico o cualquier otro tipo de examen que sugiera que los sujetos sometidos a las pruebas realmente estaban curados completamente. En ese sentido, es posible catalogar a estas prácticas como pseudocientíficas y no como “ciencias ancestrales”, mote que les han otorgado algunos de sus practicantes —entre los que hay doctores titulados en prestigiosas universidades—.
No obstante de la falta de sustento científico, negar el aparente bienestar de quienes se someten a estos tratamientos es también un error grave; aunque al tratarse de un placebo, lo más sensato es que, aun sintiéndose bien, estas personas acudan con un médico ─uno de verdad─ y se informen acerca del tratamiento correcto para su enfermedad, ya que no es para nada un secreto el hecho de que los diagnósticos oportunos han salvado más vidas que cualquier cuerpo convertido en alfiletero o toda muñeca presionada en un “punto de energía”.