Ante la propuesta de reforma del Código Penal de la Ciudad de México que propone la castración química a los agresores sexuales reincidentes, te explicamos qué es y por qué es tan polémica.
La castración química es la administración de medicamentos antiandrogénicos para anular la función de las hormonas masculinas y disminuir el apetito sexual. Fue en 1996 cuando el estado de California aprobó la propuesta de la castración química en pederastas como requisito para alcanzar la libertad condicional, pues hay que señalar que un pedófilo jamás se recupera y es más que probable que reincida en sus delitos contra menores. Asimismo en la actualidad se aplican dosis de Depo-Provera (progestina) para tratar a violadores reincidentes.
Este medicamento se aplica cada tres meses por vía intravenosa en hombres que son sometidos a este proceso. Casi siempre se aplica en los casos ya mencionados como un remedio contra el criminal sexual, aunque también tiene usos médicos como en el caso de algunos cánceres como el de próstata, ya que la disminución de testosterona impide que las células malignas se multipliquen. Así se evita la extirpación de testículos que antes se usaba como remedio contra este tipo de cáncer.
Riesgos de la castración química
La progestina detiene a nivel cerebral la producción de hormonas y de semen y por ende la capacidad reproductora. Cabe resaltar que sus efectos no son permanentes sino que el medicamento tiene que ser administrado cada cierto tiempo, desde cada tres meses hasta una sola vez al año.
Los hombres sometidos a este proceso tienen el doble de riesgo de padecer osteoporosis, problemas cardíacos, sobrepeso, bochornos, fatiga, disminución de la capacidad mental, pesadillas, semen anormal, cambios bruscos de temperatura, pérdida de vello corporal, presión arterial elevada, depresión y desarrollar pequeños senos.
Una terapia polémica
El proceso de la castración química sigue siendo motivo de debate en muchos países que se cuestionan si en realidad esta medida ayudará a que los delitos de violación disminuyan, ya que inhibe el deseo sexual pero no impide la erección, en algunos casos, o los deseos de sometimiento a una víctima.
Amnistía Internacional ha calificado esta medida adoptada por diversos países de la siguiente manera: “La castración química forzada es un incumplimiento de la prohibición de la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, establecida en el derecho internacional”
Hay que resaltar que la testosterona no sólo se produce en los testículos sino también en otras partes del cuerpo, por lo que la inhibición de la misma no estaría asegurada de manera total. “Se tiene la idea de que la testosterona influye sobre el deseo sexual, pero hay otros factores como partes del cerebro, cerebelo, hábitos de la persona, conductas aprendidas o emociones”, explica Jorge Saldaña, urólogo y director general de Urozen.
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