Con la evolución de la ciencia médica han dejado de usarse los peligrosos métodos abortivos de la Antigüedad. Estiércol de cocodrilo untado en la vagina para crear un efecto alcalino que impidiera la sobrevivencia del feto; beber mercurio caliente o el desangramiento promovido por Hipócrates fueron algunos de los dañinos remedios que las mujeres utilizaban para terminar con la vida que crecía en su interior.
Hoy los riesgos para ellas se han reducido cuando deciden que no es el momento más adecuado para ser madres, un derecho que les compete exclusivamente a las mujeres y que no debería condenarse, censurarse ni ser perseguido bajo ningún tipo de ideología. La medicina ha creado medicamentos y soluciones que aseguran salud y bienestar durante el proceso abortivo si se usan con responsabilidad y bajo estricta vigilancia médica.
Mifepristona y misoprostol (esta última usada en primera instancia para tratar úlceras) son los nombres de los dos medicamentos que ayudan a interrumpir un embarazo. Ambos deben ser recetados por un médico certificado y sus instrucciones deben ser seguidas al pie de la letra para evitar alguna complicación. Un aborto se induce por medio de dos tomas: la primera pastilla que contiene mifepristona se da en la clínica y el medicamento con misoprostol se ingiere en casa de la paciente, generalmente entre 24 o 48 horas después.
La mifepristona bloquea en tu cuerpo la hormona llamada progesterona, necesaria para que el embarazo exista.
Lo que ocurre en tu cuerpo…
Según el portal Planned Parenthood, una vez tomados los medicamentos, habrá cólicos y sangrado similar al de la menstruación, aunque más abundante y acompañado de coágulos, que puede durar varias horas (o más). También hay cansancio que dura de uno a dos días. Los síntomas varían de persona a persona así como el tiempo en que cada una retomará su vida con normalidad (por lo general, la mayoría se siente lista para ello al día siguiente).
Otras reacciones que tu cuerpo experimentará son sensibilidad en los senos y segregación de un líquido lechoso que disminuye después de unos días del aborto. Asimismo, algunas mujeres llegan a presentar leves escalofríos, fiebre o náuseas que desaparecen con el transcurso de las horas.
Un médico responsable jamás te recomendará tomar la píldora abortiva después de la semana 15 de embarazo (siempre debe ser antes de la semana 12, según el portal Planned Parenthood), ya que el riesgo de una fuerte hemorragia es mayor. Por seguridad de la paciente, siempre será recomendable hacerlo lo más pronto posible. A pesar de que se trata de un método seguro y comprobado, los riesgos siempre estarán latentes.
A veces también pueden existir episodios de abortos incompletos (algunos restos quedan dentro del útero), infecciones o reacciones alérgicas a alguno de los componentes de los fármacos. Por ello es que la píldora debe ir acompañada de otros fármacos, como el ibuprofeno, que previene o disminuye las complicaciones. Aunque esto es a consideración del médico, quien tiene que evaluar el estado de la paciente.
Una decisión totalmente personal
A diferencia de un aborto por succión o el legrado, que pueden resultar invasivos, dolorosos o incómodos, son muchas las mujeres que en la actualidad prefieren la píldora para interrumpir su embarazo. Resulta más privado y tranquilizador llevar a cabo el procedimiento en la intimidad de su casa que estar en una clínica.
La urgencia de visitar a un médico que te recete estas píldoras se debe a la creciente tendencia de algunas mujeres que se automedican o que adquieren los medicamentos con personas no autorizadas. Ya sea por miedo al rechazo o por ser menores de edad, muchas mujeres jóvenes se inducen un aborto sin la vigilancia de un doctor o un familiar poniendo en riesgo su salud. Por los mismos motivos adquieren las pastillas a través de internet sin la plena seguridad de estar tomando el medicamento adecuado.
Existen también colectivos que prestan ayuda de manera desinteresada a las mujeres que requieren de esta solución por distintos motivos. En muchos países, el aborto continúa siendo un tema tabú que incluso se penaliza de manera severa, quitando de manera injusta a la mujer el derecho a tomar una decisión cuyos motivos sólo ella conoce mejor que nadie. Legalizar esta práctica será la primera vía para que el tema deje de manejarse en la clandestinidad y la salud de muchas mujeres deje de correr severos riesgos.
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Con el tema seguramente una pregunta rondará tu cabeza: ¿puede sentir dolor un feto? Esta pregunta es la que ha abierto el debate ante la lógica de penalizar o no el aborto, pero finalmente sólo una mujer sabe lo que la lleva a tomar la decisión de interrumpir su embarazo aunque el mundo la juzgue.