Tabaco, alcohol, cafeína, adrenalina y redes sociales. Si algo tienen en común todas las anteriores, es que pueden resultar altamente adictivas y tú ni siquiera notes que están poniendo en riesgo tu salud.
Uno de los motivos principales por los que los seres humanos desarrollan adicciones —desde sustancias hasta actividades— es el sistema de recompensas de nuestro cerebro y si bien aún no quedan claras las diferencias entre las adicciones de comportamiento y de sustancias, los científicos han identificado algunos puntos en común.
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En el caso particular de Facebook, aquello que acciona nuestro sistema de recompensas tiene su base en una cuestión meramente social. Esta red ha sabido descifrar el tamaño y hasta color que el botón de “Me gusta” debe tener para que cada persona sea más propensa a utilizarlo.
Lo que usualmente ocurre es que mientras más “Likes” que recibamos, nuestro nivel de satisfacción aumenta. Del mismo modo, existen otras estrategias como el llamado “scroll infinito” que nos hacen pasar mucho más tiempo del que pretendemos en la aplicación, así como el constante desafío a nuestro sistema de creencias, en particular cuando encontramos una publicación o un comentario que no es compatible con lo que pensamos y sentimos. Todos estos activan regiones de nuestro cerebro, lo cual provoca que podamos estar por horas discutiendo sobre un tema del cual probablemente no tenemos control absoluto.
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Si bien la mayoría no sufrimos una adicción a Facebook, lo cierto es que hemos aprendido a depender de éste para un largo número de funciones, ya sea mantenernos en contacto con conocidos, obtener noticias o simple entretenimiento a través de memes.
Para demostrar los efectos que el uso de la red social tiene sobre los humanos, los investigadores Hunt Allcott, Luca Braghieri, Sarah Eichmeyer y Matthew Gentzkow le pidieron a 3 mil personas que dejaran de utilizar Facebook durante un mes a cambio de dinero —el pago rondó los 100 dólares en promedio—. Previo al inicio del experimento, cada participante debió contestar un largo cuestionario que describía su rutina diaria, su humor y hasta sus opiniones políticas.
De este experimento derivaron varias consecuencias en la vida real:
Aunque parezca obvio, la falta de Facebook ayudó a que los participantes tuvieran una relación más estrecha con sus familiares y amigos… o por lo menos una basada en el contacto personal y no digital. Del mismo modo, retirarse de una red social resultó en más tiempo libre para otras actividades lejos de la computadora el smartphone, obteniendo alrededor de una hora extra al día. Esto fue el hallazgo más sorprendente para Gentzkow, quien explicó:
«Yo habría esperado una mayor sustitución de Facebook por otras cosas digitales —Twitter, Snapchat, navegación en línea—. Eso no sucedió y por lo menos para mí, eso fue una sorpresa».
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Del mismo modo, los estados de ánimo de la mayoría de los participantes mejoró, en particular ligado con los niveles de satisfacción que sentían en su día a día y sus actividades. Esta es una conclusión que otros estudios han abordado, en la que nuestra constante búsqueda de la validación de contactos puede tener un efecto negativo cuando no la recibimos.
Los beneficios de abandonar la red social también pueden devenir en que el resto de nuestra actividad en línea sea mucho más atenta, en la que en lugar de pasar de largo de un contenido, nos detengamos a leer y formar una opinión, en vez de simplemente cliqueemos en “Compartir” basándonos exclusivamente en el título y la breve descripción que se nos presenta.