De pronto, un sentimiento de coraje con tintes de ira aborda tu mente. Tus manos sudan, el corazón late más fuerte y la mirada se torna explosiva en algo similar a un ataque de ansiedad combinado con un profundo malestar. Es imposible concentrarte, resulta inútil pensar en otra cosa y guardarlo dentro de ti únicamente funciona para acumular más enojo y explotar en el momento menos pensado.
Un subidón de adrenalina te invita a rabiar y externarlo visceralmente a través de gritos, movimientos violentos o lágrimas: se trata de los celos, una de las principales razones de peso por las que cada minuto, más de una pareja deja de serlo alrededor del mundo, pero…
¿cuál es el origen de los celos y por qué causan tanto malestar, al grado de provocar reacciones violentas en aquellos individuos que resultan incapaces de controlarlos?
En realidad, es muy probable que los celos se traten de un rasgo evolutivo que la especie humana adquirió en sus albores y que aún hoy siguen jugando un papel primordial en el orden social, incluso delinean las actividades que consideramos propias de una pareja y establecen un límite para aquellas que se consideran impropias de este producto, tanto biológico como culturalmente establecido.
En el contexto de una especie que suele concebir tan sólo una cría por embarazo, la certeza sobre la paternidad por un lado y el cuidado maternal por el otro, fueron rasgos que delimitaron en buena medida la supervivencia de los humanos en la Tierra. Al mismo tiempo, estos valores aumentaron en importancia pues su cumplimiento no sólo aseguraba la continuación de la especie y el material genético del padre, también suponía una garantía de subsistencia a los más pequeños a través de los cuidados maternos.
Desde tal punto de vista, los celos son una reacción más del explosivo coctel hormonal al que llamamos amor, en este caso una negativa que empuja a muchos individuos a la frustración y, en extremos, los guía ciegamente a experimentar episodios violentos. El sentimiento real o ficticio de pérdida de unicidad y exclusividad frente a una pareja puede ser explicada a través de nuestros antepasados, pues en un sentido estrictamente evolutivo, sentir celos está asociado positivamente con un cuidado mayor en vías de preservar una relación sentimental.
A nivel cerebral, los celos pueden explicarse a través de un descenso dramático en el nivel de serotonina. Tal hallazgo es especialmente revelador, pues se trata de un neurotransmisor que también se encarga de potenciar los sentimientos y definir estados de ánimo como la felicidad, tristeza o instalar un estado depresivo en una vorágine de emociones negativas.
Por supuesto, el componente social juega un papel imprescindible en la forma en que un individuo juzga lo que considera adecuado o inadecuado dentro de una relación de pareja y las acciones que, según su juicio, pueden desencadenar en un ataque de celos.
A pesar de que las instituciones y algunos rasgos de la organización social humana han cambiado radicalmente desde la invención de los celos en los homínidos más desarrollados, los celos se mantienen presentes en el aspecto más relevante de la vida humana: la reproducción y la búsqueda de la pareja idónea para tal empresa, la única que asegura la preservación de la Tierra.
Solemos creer que el amor entra por los ojos y es capaz de conquistar a cualquiera; sin embargo, la ciencia tiene otra respuesta, conoce de qué se trata luego de leer “La ciencia de la atracción: ¿puedes enamorar a alguien sólo con tu aroma?” Descubre por qué la reproducción sexual es un mecanismo que poseemos para facilitar la descendencia de nuestra especie en “5 ventajas evolutivas del sexo que quizás no conocías”.