*Este artículo fue publicado originalmente por Carolina Romero el 2 de septiembre del 2017 y ha sido modificado
Cualquiera puede desarrollar esquizofrenia. Este es un trastorno que afecta a siete u ocho personas de cada mil. Según la Organización Mundial de la Salud, 21 millones de personas en todo el mundo sufren este padecimiento. De acuerdo a esta institución, «la esquizofrenia se caracteriza por una distorsión del pensamiento, las percepciones, las emociones, el lenguaje, la conciencia de sí mismo y la conducta. Algunas de las experiencias más comunes son el hecho de oír voces y los delirios».
Sintomas de la esquizofrenia
Entre la sintomatología de esta enfermedad se encuentran las alucinaciones, que implican escuchar, ver o percibir algo inexistente; los delirios recurrentes que son ideas persistentes erróneas de las que el paciente está firmemente convencido incluso cuando hay pruebas de lo contrario y una conducta extravagante por la cual, quienes la sufren, generalmente lucen un aspecto estrafalario, abandono del aseo personal, discurso desorganizado o hablar de manera balbuceante.
Sin embargo, todo lo que sabemos sobre este trastorno mental podría no ser del todo correcto. Así lo reveló una investigación realizada por el Royal College of Psychiatrist. En ella se encontró que existen diferencias significativas entre las experiencias de audición de voz en personas con psicosis dependiendo del lugar donde vivan.
Antropólogos y psiquiatras entrevistaron a pacientes con esquizofrenia de distintas nacionalidades; Estados Unidos, India y Ghana. Todos ellos con una edad promedio de 34 años; 31 mujeres y 29 hombres. A estas 60 personas se les preguntó cuántas voces escuchaban, con qué frecuencia, cuál creían que era la causa de estas alucinaciones y qué les decían.
Escuchar voces en la mente
Los pacientes americanos narraron que las voces que percibían eran agresivas y les ordenaban cometer actos violentos. Por otro lado, los pacientes de India y Ghana dijeron tener una “buena relación” con las voces de sus mentes y que éstas no eran violentas. Esto quiere decir que las alucinaciones auditivas están determinadas por el contexto cultural y esto tiene repercusiones a nivel clínico.
En una entrevista con News Stanford, la antropóloga Tanya Luhrmann, lamentó que la ciencia médica occidental nunca se haya preocupado por estudiar este fenómeno y tomarlo sólo como un mero síntoma “residual” de este padecimiento:
«Tratan las voces oídas por las personas con psicosis como si fueran los subproductos neurológicos poco interesantes de la enfermedad y suponen que deben ignorase».
Esto, según ella, se debe a que la psiquiatría se ha cegado a la variación cultural y se ha encerrado en un monólogo hermético. Sin embargo, gracias al trabajo antropológico de esta investigación se ha podido llegar a esta conclusión. Y no es cosa menor: significa que estamos completamente condicionados por el entorno, que uno no puede percibir—ni siquiera de manera inconsciente—lo que antes no ha oído, visto o sentido.
Pese a que esta investigación abarcó un sondeo de tres continentes distintos, parece que el resultado puede generalizarse en dos grandes territorios identificados por un particular sistema de pensamiento: Occidente y Oriente. Luhrmann explicó que esto tiene un motivo. En los países occidentales existe una visión individualista y el sentido de identidad es sumamente aislado. En cambio, para Oriente existe un concepto de relacionalidad y comunidad tan arraigado, que el individuo no está drásticamente separado del mundo.
Es por eso que escuchar voces en un contexto americano o europeo implica una intrusión violenta; es como un extraño entrando a casa, lo que pone en riesgo la identidad personal. En cambio, en Asía o África, estas experiencias no implican una aversión tan potente y se puede convivir con ellas.
Este fenómeno es sumamente inquietante: es una señal de que el mundo occidental es macabramente violento; que absorbemos tanta crueldad y guerra que se ha incrustado de manera permanente en las esferas más profundas de nuestro ser. Uno de los pacientes confesó escuchar voces que le ordenaban “torturar gente, quitarle los ojos con un tenedor, cortar la cabeza de alguien y beber su sangre, algo realmente desagradable”. Otros estadounidenses dijeron que sus voces sonaban como un llamado de guerra.
¿Qué aprendieron durante su vida para alucinar de esta manera? Lo mismo que nosotros: la hostilidad y la violencia encarnizada todo el tiempo, en todos lados.
Aunque es un fenómeno extraño, descubrimientos como éste dan luz sobre cómo mejorar la calidad de vida de las personas que sufren este padecimiento. A pesar de que aún no conocemos cura alguna para esta condición, en el futuro inmediato podrían desarrollarse métodos psicológicos que mejoren la relación que se tiene con estas voces para luchar con otro gran problema independiente de los síntomas, pues las personas con esquizofrenia han sido segregadas desde siempre. No comprender este trastorno no sólo obstaculiza la búsqueda de un tratamiento, sino también la inclusión social.
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