Nuestros recursos físicos se están agotando a un ritmo alarmante. Hemos dado a nuestro planeta el desastroso regalo del cambio climático, el aumento de las temperaturas, la reducción de los casquetes polares, la deforestación y la disminución de las especies animales. Podemos ser ignorantes y profundamente irreflexivos.
Stephen Hawking
El epígrafe que inaugura este artículo es quizás el mejor resumen de una de las mentes más brillantes sobre el acontecer del planeta Tierra en el presente. Sin embargo, no hace falta ser el científico vivo más célebre en la actualidad para dar cuenta del desastre que las actividades propias de la humanidad han causado al único sitio del Universo conocido que llamamos hogar y que hoy lo tienen al borde de un desastre ecológico sin precedentes.
A un tris de llegar a un punto de no retorno donde una catástrofe planetaria sería inminente, no parece descabellado pensar que la humanidad atraviesa el momento más apremiante desde que el hombre se constituyó como tal. Nunca antes se había planteado tan seriamente la posibilidad real de agotar los recursos naturales y dirigir al planeta a un derrotero de extinción y muerte, mucho menos como producto de la actividad humana.
Ante un problema de tales proporciones, ¿cuál es la postura de nuestra especie para afrontar tal crisis?, ¿qué tienen por decir aquellas voces con más resonancia en la materia?, ¿cuáles son las medidas que habríamos de tomar para encontrar una solución?
La respuesta de Stephen Hawking es tan desconcertante como riesgosa: para el astrofísico, el futuro próximo del planeta está claro. «La Tierra está bajo distintas amenazas y eso me complica ser positivo», afirmó en su más reciente comparecencia ante la prensa en el marco del Festival Starmus, celebrado en Noruega a finales de junio.
Tal opinión mantiene la coherencia discursiva que ha distinguido al autor de “A Brief History of Time” (1988) en los últimos años, con especial énfasis en la necesidad de ‘abandonar la Tierra para sobrevivir como un requisito indispensable para la subsistencia humana.
En el mismo sentido confluye otra opinión de peso para el gran público, esta vez a cargo de Elon Musk, el empresario sudafricano que hoy marca el pulso de Silicon Valley de la mano de Tesla Inc., SolarCity y SpaceX, la compañía que está marcando el camino a seguir en la ingeniería aeroespacial desarrollada por empresas privadas. En palabras de Musk, «podemos esperar en la Tierra a una extinción global», o bien, «hacer de la humanidad una especie multiplanetaria».
Para Musk, la situación resulta aún más apremiante. A través de los desarrollos tecnológicos de SpaceX, el multimillonario confía en que la raza humana debe alcanzar el “Planeta Rojo” en menos de una década. A largo plazo, Elon afirma que se podría fundar la primera ciudad en Marte en un periodo no mayor a un siglo.
A partir de ambas opiniones, resulta obvio que tanto el discurso de Hawking como el de Musk apuntan hacia la misma conclusión, una fatídica decisión que parece no dejar espacio para otra alternativa:
¿Transformarse en una especie multiplanetaria o perecer en la Tierra?
Ante sus respuestas cargadas de buenos deseos, reluce un detalle que ni Musk ni Hawking tomaron en cuenta, o bien, pasaron por alto para evitar aún más problemas: la idea de terraformar Marte, crear colonias marcianas y apuntar a lo más alto es tan romántica como esperanzadora, y es un gran punto de partida para inspirar a la humanidad a construir el futuro que algún día nos lleve más allá de la orilla del océano cósmico conocido.
No obstante, dejar morir a la Tierra, el planeta tibio y el único rincón en el Universo que (al menos por ahora) es capaz de albergar vida, el lugar donde evolucionamos y por el que llegamos a ser lo que somos, es poco más que inconcebible.
No se trata de «adoptar el rol de ‘perezosos cósmicos’, disfrutando del Universo desde el confort de la Tierra», como afirma Stephen, sino de aprovechar tales recursos, avances y desarrollos tecnológicos para revertir los estragos que la actividad industrial y humana han causado a este planeta.
Resulta incongruente que la mejor idea del prominente científico y del empresario que lidera la nueva carrera espacial para hacer frente a los problemas antes escritos incluya un ‘escapar’ de la Tierra como máxima. También parece contradictorio invertir miles de millones en desarrollar la tecnología no sólo para llegar a Marte en la década próxima, también para establecer una colonia e incluso terraformarlo, pero que al mismo tiempo, ninguno considere utilizar tales avances científicos para frenar el calentamiento global, detener el derretimiento de los polos y el resto de sus destructivas consecuencias, utilizar energías limpias y decir adiós a los combustibles fósiles para siempre y contribuir a resolver no sólo los problemas ecológicos y ambientales a los que se enfrenta la humanidad; también el grueso de situaciones a las que el avance tecnológico pueda contribuir, pues ¿acaso tal empresa no es la razón utilitaria de la ciencia?
Al final, una pregunta resalta a golpes de obviedad entre decenas que quedan en el aire: ¿qué hay de hacer de la Tierra un organismo vivo y sustentable como lo fue antes –y posiblemente lo será después– de nosotros? Desde esta latitud y después de analizar ambos discursos, desde la óptica de uno más de las 7.4 mil millones de personas que compartimos la Tierra (además del resto de seres vivos), la respuesta de Stephen y Elon no parece válida ni aceptable, al menos no para el único lugar en el Universo que hoy conocemos como hogar ni para el grueso de sus habitantes.
Como humanidad, requerimos una respuesta mucho más ética, responsable y coherente desde la comunidad científica y empresarial, una distinta a la propuesta de Stephen Hawking y Elon Musk de dejar morir a la Tierra y escapar a Marte para salvarnos.
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Conoce la opinión del dueño y fundador de SpaceX más a fondo, luego de leer “El plan macabro detrás de la idea de viajar a Marte de Elon Musk”. Descubre a fondo el proyecto del empresario sudafricano en “Elon Musk y la obsesión humana por colonizar Marte”.
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Referencias:
Space
Futurism