¿Recuerdas la noche en que prometimos recorrer el mundo juntos y sin darnos cuenta amanecimos hablando sobre todos los lugares que visitaríamos? Sigo pensando que nada habría sido mejor que hacerlo realidad. Tal vez si no hubiéramos esperado tanto, alguna de esas ciudades hubiera sido el escenario perfecto para un segundo aire, esta vez definitivo.
Hoy encontré la lista de aquella noche y me di cuenta sólo tachamos tres destinos. Los que más deseamos se conservan intactos, a pesar de que el papel muestra las arrugas de poco más de un año.
¿Qué si te llamara ahora mismo para hacerlos realidad, apenas sin pensarlo? ¿Qué tanto habríamos hecho juntos, si nuestra voluntad no se hubiera roto en mil pedazos y caído en una espiral decadente de la que no logro escapar? Encontré esto nuestro cuaderno de viajes, la respuesta que siempre quisiste y el presente actualizado:
Las Vegas
Nunca estuve de acuerdo en ir a Las Vegas, ciudad construida en medio de un desierto cuya única virtud es recibir a los viajeros con luces y dinero por montones, sólo para avanzar y confirmar que más adelante hay más luces y más lugares para perder dinero por montones. Creías que sería divertido y hoy puedo decir —sin que me escuches— que tenías razón. Envueltos en cosas triviales, me enseñaste que no había porqué tomarse la vida tan en serio. Yo no conocía peor jugador que yo, pero casino tras casino me sorprendió tu habilidad para encontrar una forma de perder, por más difícil que pareciera. Recuerdo sentirme fuera de lugar y pensar qué carajo estaba haciendo ahí. Volteé de nuevo hacia ti y en ese momento, justo antes de otra ironía, entendí que cada momento podía ser el mejor siempre que estuviéramos juntos.
–
Nueva York
Recuerdo cuánto deseábamos ir a Nueva York en otoño, para caminar por Central Park lleno de naranjas, rojos y amarillos. Esperaba con ansias el instante de perdernos en Manhattan y encontrar cualquier restaurante para cenar juntos y olvidarnos de todo lo demás. Casi puedo revivir la atmósfera de aquel lugar en Little China, la desgastada cortina de bambú y los biombos rojos colgando de las sucias lámparas. ¿Recuerdas el día de año nuevo en Times Square? Nunca había sentido tanto frío en mi vida y tú tampoco, pero no lo decías. Mirabas atónita el camino de la esfera y justo cuando estaba a punto de arruinarlo, me callaste con un beso que prometía volver al mismo sitio y pasar todo el año juntos.
–
París
¿Y qué de aquella tarde en Trocadero, donde la Torre Eiffel apareció frente a nuestros ojos mientras caía la tarde y esperamos un bateau bus que nos llevó sobre el curso del Sena mientras vimos como todo se iluminaba de regreso? Aún memorizo el diálogo camino a nuestro departamento frente al Hotel de Ville y cada uno de tus gestos cuando no podías creer que estuviéramos ahí, en la Ciudad Luz, sentados en una banca frente al jardín de Tullerías y la pirámide del Louvre. Aprendimos a movernos juntos como todos unos parisinos, excepto aquel día en Campos Elíseos que el cliché nos llevó a tomar el café más caro de nuestras vidas y medio comer en un bistrot cazaturistas. Casi olvido tu sorpresa cuando descubriste cuán lejos estábamos de México: 9,210 kilómetros según el piso más alto de la Torre Eiffel.
–
Londres
Sigo sin entender cómo te pude convencer de encerrarnos en la habitación cuando comenzó a llover, sabías que en Londres era algo normal y tenías razón aunque nunca lo quise aceptar: a los cuarenta y cinco minutos salió el Sol, pero me consuela saber que al menos yo no elegí visitar el horrible Museo de Cera, el peor y más caro de toda Europa. Recuerdo una y otra vez la vista de la cafetería del Tate Modern y cómo el aire helado sonrojaba tus mejillas y despeinaba tu cabello. Te recuerdo radiante en St. James Park y tu sorpresa infantil con los cisnes que salían al paso. Puedo revivir con memoria fotográfica todo lo que vi mientras caminamos por Victoria y cuando doblamos en Parliament Street para maravillarnos con el Parlamento, entre una tarde de lluvia que se prolongó por días, tal vez años en mi mente.
–
Barcelona
No tenías mucha ilusión de conocer Barcelona, pero después de recorrer las Ramblas en esa cálida noche de verano te enamoraste de cada rincón. El carácter de una ciudad con arte por doquier nos rebasó y posiblemente nunca fuimos tan felices como entonces. Embriagados de placer, en un éxtasis que se prolongaba como una declaración de vitalidad, pasamos los mejores días de nuestras vidas. En las bancas del Park Güell tuvimos la charla más intensa que jamás he tenido con alguien —y no me refiero a tus disertaciones sobre Miró—. En aquel lugar no hacía falta más inspiración que tu esencia. Mientras perdías la vista en el Mediterráneo, yo no podía dejar de pensar en cuán feliz me hacía estar a tu lado. Imaginé tan sólo por un momento, que éramos inmortales.
–
No podrás negar que cada uno de estos viajes fue lo mejor que nos pasó. Te conozco demasiado y sé que la aventura sobrepasó tus expectativas y nos unió cada vez más. Aunque no lo sepas, hoy todos los viajes que prometimos hacer y nunca sucedieron son el recuerdo más feliz de ti y de mí, al menos en la imaginación.
–
Si piensas viajar a Nueva York, Las Vegas o Los Ángeles en el futuro próximo, toma en cuenta estas advertencias y lee “¿Cómo afectará Trump tu viaje a Estados Unidos?”. Si tienes un espíritu aventurero y no te imaginas pasar el resto de tus vidas frente a una computadora y en una gris oficina, toma nota de los 30 trabajos con los que podrás conseguir dinero y nunca dejar de viajar.
