La naturaleza nos sorprende todos los días, desde que abrimos los ojos por la mañana y el sol ya ha salido, siempre por el Este, con una exactitud inexplicable. Cada noche, al levantar la vista la luna es testigo de la vida en este planeta, mientras oculta los secretos de las galaxias infinitas que nunca podremos conocer. Los colores y la perfección de la naturaleza han sido imitados por el hombre desde la antigüedad, prueba de ello es la representación pictórica con la sección aurea, el espiral perfecto de la Tierra. Los paisajes realistas trazados por el pincel de los grandes artistas no competirán jamás con la seducción que nos provoca poder mirar un atardecer acostados sobre el pasto, ese sentimiento sublime de sabernos tan diminutos en comparación con las maravillas del mundo natural ,es una motivación irracional para la existencia humana que parece no cansarse de competir por poseer todo lo que le rodea, consumido por un instinto de dominación que lo rebasa mientras se pierde en los impulsos salvajes de la lucha por la supervivencia del más fuerte.
Aunque nos esforcemos por ser “dueños” de la Tierra, siguen siendo muchos los secretos que se escapan ante nuestros ojos sedientos de poder. Un ejemplo de ello es el anuncio del descubrimiento de un arrecife de coral en la cuenca del río Amazonas, un hecho de gran importancia no sólo por la diversidad de especies marinas que lo habitan, sino porque es un hecho alarmante y conocido por los científicos que más del 93 por ciento de la Gran Barrera de Coral, ubicada en Australia, se ha perdido lo que disminuye la esperanza de que la vida marina se recupere o sobreviva a todo el daño que le hemos causado.
Una pista escrita en un papel en 1977 que indicaba la aparición de peces y esponjas relacionados comúnmente con la fauna de un arrecife de coral fue el motivo que impulsó a un grupo de exploradores a adentrarse en la imponente embocadura del río Amazonas, en busca de un hallazgo que el resto de la comunidad científica consideró improbable.
Contra todo pronóstico, el arrecife descubierto abarca mil kilómetros desde el territorio de Guyana Francesa hasta las aguas de Maranhao en Brasil. El oceanógrafo brasileño Rodrigo Moura asegura que aún ronda mucho misterio tras este suceso por ser una clase de arrecife que no se había visto nunca, y que además se aleja de la concepción tropical desde la cual se han estudiado tradicionalmente este tipo de ecosistemas marinos, por lo que este encuentro deja claros indicios de que aun existe una biodiversidad desconocida para el hombre.
Además de ser portador de esta buena noticia para el mundo acuático, el “Día de la Tierra” de este año es el momento ideal para sumar esfuerzos que generen un cambio positivo asumiendo pequeñas responsabilidades diarias.
La belleza de los mares de colores y la vida marina permanecerá como un misterio en las profundidades, inalcanzables incluso para la tecnología del ser humano, y por suerte para su supervivencia cada vez se genera más conciencia acerca de la importancia vital de conservar el equilibrio del planeta, paraíso de ecosistemas perfectos balanceados por fuerzas asombrosas que ni siquiera el espíritu de la voraz existencia humana ha sido capaz de poseer.
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