Planear un viaje tiene diversas etapas. Cada una más mágica que la otra en ese periodo de preparación aventurera:
1. Decidir el lugar de destino.
2. Buscar vuelos y promociones.
3. Leer más sobre ese lugar: guías, reportajes, blogs, etc.
4. Elegir y descartar sitios a visitar.
5. Ahorrar y conseguir todo lo necesario para el lugar destino.
6. Imaginar ansiosamente cómo se darán las experiencias durante ese tiempo por venir.
Y es justo ese último punto el que resulta más peligroso, pues durante todos los anteriores, las expectativas y deseos en ocasiones crecen sin freno alguno, provocando ilusiones sin sentido en nuestro corazón, fragilizando nuestro ser para el primer encuentro con esa tierra soñada y, la mayoría de las veces, dejándonos en manos de la decepción.
Por ejemplo, si hemos anhelado durante toda nuestra vida visitar París y siempre ha sido una ilusión sentarse frente a la torre Eiffel para descorchar una botella, comer unos emparedados y tomar las fotografías más bonitas del universo, hay altas probabilidades de ver tus esperanzas derrumbarse.
Las siguientes fotografías son un fehaciente registro de ello; de cómo pensamos que será el encuentro con un escenario fantástico y la manera en cómo se presenta realmente.
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Por ejemplo, imaginamos esta basílica como en algún momento la narra Dan Brown o como se muestra en las imágenes más poéticas de la agencia turística; sin embargo, estar allí significan horas de fila para entrar y probablemente un calor insoportable (dependiendo de la temporada).
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El gran pulmón verde de New York es en verdad enorme; pero hay algunos puntos que están abarrotados de gente y todos tus sueños Woody-allenescos se marchitan en un dos por tres.
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Piensa en el peor día que hayas vivido durante la Navidad en un centro comercial, multiplícalo por diez y ahí lo tienes, uno de los monumentos más asombrosos de la humanidad convertido en un andador kilométrico.
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Por años creímos que estas islas eran el paraíso terrenal más asombroso que teníamos; quizá sí lo eran y justo por la explotación o fanatismo que eso produjo, hoy tenemos un mar contaminado que no atrae a nadie.
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Esta región de California es reconocida por sus cristalinas aguas, acantilados de granito, secuoyas enormes y un paisaje de postal norteamericana. Muchos sueñan con llegar y experimentar el into-the-woods más fantástico posible, pero se encuentra entonces con un destino visitado por más de 3 millones de personas al año.
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Un pequeño pueblo en Grecia que remite directamente a las románticas películas de cine italiano o al musical de “Mamma Mia!”; un sitio que motiva a planear la luna de miel más afrodisíaca del mundo. Sin embargo, resulta que esto mismo piensan miles y miles de personas.
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No. No vas a ser el único visitando las ruinas más enigmáticas del planeta Tierra ni obtendrás fotografías similares al screensaver de tu vieja Microsoft. Centenares, miles de turistas esperan siempre un mágico atardecer en ese punto y nadie sale contento de allí.
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Lo que mencionábamos anteriormente en cuanto a los jardines frontales del monumento parisino adquiere mayor sentido cuando se miran las siguientes fotos.
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¿Te imaginas a decenas de personas posando al mismo tiempo como si sostuvieran esta construcción? Pues sucede. Y es fastidioso. De hecho, pocas fotos buenas resultan del lugar y tratar de apreciarlo es casi imposible, la gente se vuelve loca al estar allí.
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Imagínate en una góndola, abrazando a tu ser amado, escuchando a un acordeonista, viendo las destrezas del gondolero en esa mágica noche y guardando una promesa de amor eterno. Bien. Ahora destruye esa fantasía. Tú y cien personas compartirán ese momento.
Tomando en cuenta la poca conciencia ambiental que tenemos con estos puntos del planeta Tierra y la explotación turística de ciertos gobiernos, ¿no estamos atentando en contra de la humanidad y la historia con nuestros afanes aventureros? ¿Acaso no hay otros lugares para visitar y dejar descansar a determinadas regiones?
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Referencia:
Travel Club