No todos los viajes son hermosos y llenos de encuentros espirituales. Si bien la idea de ser una Elizabeth Gilbert seduce, no toda aventura está dispuesta para tu hallazgo emocional, búsqueda de experiencias cuasi-cinematográficas y romances tan idílicos como los retratados en el célebre libro de 2006 “Eat, Pray, Love”. En algunas ocasiones puede ser la oportunidad perfecta para vivir un episodio único en el acontecimiento humano, pero también empaparse del peligro e incertidumbre que embarga la realidad misma.
Imagina que en vez de encontrarte a un Javier Bardem con quien construir un apasionado futuro, sólo tienes la oportunidad perfecta para contagiarte de un virus incurable o padecer el más inhumano de los dolores. Claro que esta alternativa es, a fin de cuentas, un placer para ciertas personas. Sentir la adrenalina fluyendo por las venas es por supuesto un sentimiento de goce extremo para algunos hombres; sin embargo, nada tiene que ver con la indefensa exploración religiosa o psicológica que por tantos años hemos creído medular en el viaje a solas.
Podemos hallar otra muestra del rostro de un trotamundos en las miles de visitas que recibe el Tíbet por un tatuaje Sak Yant –o Yantra–, práctica que se ha hecho famosa en el mundo del turismo extremo por mezclar una estética tradicional de la filosofía budista con grids geométricos de la vieja tradición asiática.
Hasta aquí todo suena sencillo, incluso aburrido; el punto escabroso llega cuando conocemos el método y sus consecuencias. No se utilizan máquinas para crear un diseño, estos tatuajes tailandeses son grabados en la piel con un largo pico de metal o bambú extremadamente afilado; la aguja se sumerge en tinta y con ella se pincha la carne del turista a mano, los monjes eligen un diseño sagrado así como la localización de éste y los materiales nunca pasan por un proceso de esterilización.
Dichos monjes originalmente grababan el Sak Yant en guerreros que buscaban protección y fuerza en la batalla, pero ¿qué les hace tan atractivos hoy para el ojo occidental? La euforia de no saber qué es lo que se recibirá y el riesgo de contraer alguna enfermedad son la esencia de tal exaltación. Al templo de Wat Bang Phra en Tailandia, a 40 minutos de Bangkok, llegan cientos de personas al año esperando a recibir un tatuaje de propiedades mágicas y quizá consecuencias devastadoras.
El gran recinto está rodeado de coloridas estatuas y pequeños sitios donde venden orquídeas, varas de incienso y cigarrillos de mentol. ¿Por qué? La respuesta es simple y extravagante a la vez: los monjes tatuadores no esperan otro tipo de pago más que estos objetos. Detrás hay un pequeño truco, pero qué importa si la emoción del momento, el rush que provoca esta supuesta rareza ayuda a la manutención del lugar; los artículos entonces se reciclan en las minitiendas y con el dinero de las ventas se sostiene al templo.
En Wat Bang Phra se hacen cerca de 50 tatuajes al día, puedes esperar hasta cuatro horas por obtener el tuyo –si no es que llegas tarde y pierdes la oportunidad– y debes estar dispuesto a que entre 30 y 40 personas atestigüen tu proceso. Además de hacer caso omiso a los recipientes con alcohol donde descansan las agujas, la sangre de los visitantes se mezcla sin ton ni son y estás rodeado todo el tiempo por papeles sanguinolentos o costras de mugre en las paredes. Un detalle aún más excitante para los corazones aventureros es que la tinta está compuesta por carbón, veneno de serpiente, aceite de palma y desperdicios humanos. Acompañado de estos datos, un tatuaje Sak Yant debe respetarse con simples, razonables y específicas reglas de comportamiento a lo largo de una vida, ¿cuáles son éstas?
No puedes comer carambolo, calabaza, o cualquier otro parecido.
No puedes tener un amante que ya esté casado.
Está absolutamente prohibido calumniar a la madre de nadie.
No puedes comer los platillos típicos de una boda o banquete fúnebre fuera de situación.
No puedes comer sobras.
No debes agacharte bajo un edificio colgante.
Tampoco bajo un bananero.
No puedes cruzar un puente que te lleve al conflicto (metáfora).
No puedes sentarte en una urna de cerámica, especialmente una agrietada o rota.
No puedes dejar que una mujer se acueste o se siente encima de ti.
No puedes cepillar la blusa o falda de una mujer, especialmente durante el período de la menstruación.
Nada del otro mundo y con lo que no puedas vivir, a menos que seas contagiado de algo. Aunque nadie ha reportado un caso, no ha habido ni una sola queja en cuanto al diseño secreto y ahí tenemos a Angelina Jolie, la persona más famosa en portar uno. Puedes averiguar los mejores planes para visitar el templo o descubrir algunas Formas de viajar gratis por el mundo como mochilero y otros Países que te pagan por hacer arte en su territorio.