El mundo está lleno de desigualdades. Mientras que en un extremo del mundo las personas se transportan en autos de miles de dólares, en el extremo opuesto del planeta hay otros millones de personas que pasan un hambre infernal que los transforma en esqueletos vivientes con unas tremendas ojeras por las que se asoma la muerte. Siguiendo esta línea, existen dos clases de problemas: los de primer mundo y aquellos que enfrentan los países subdesarrollados. Ambas situaciones pasan en la vida cotidiana y reflejan lo absurdo que pueden llegar a ser los humanos.
Los problemas del primer mundo, por ejemplo, son los de la incertidumbre y confusión al no saber si comprar el iPhone 6s o el iPhone 6s Plus. En cambio, los problemas de los países subdesarrollados son a los que enfrentan millones de madres que no tienen un pequeño pedazo de pan o carne para alimentar a sus pequeños hijos de escasos años de edad. Así de extremo fue y seguirá siendo el mundo gobernado por el ser humano.
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Para seguir lamentándonos de lo que representa el humano en el universo, la ciudad de Auckland, en Nueva Zelanda, recientemente se quejó de que mucha gente había comenzado a vivir dentro de su territorio, dañando la integridad, tranquilidad y respeto de sus genuinos habitantes. Ante la llegada de nuevas personas a esta ciudad cosmopolita, el gobierno está ofreciendo la movilización al sur del país, donde aún hay mucho espacio vacío.
Es claro que estas personas tienen el derecho a vivir como ellas quieren. De tener una hectárea de espacio para cada familia o de contar con una cuadra para una sola persona, pero cuando se contrasta la situación en las que están obligadas a vivir otras tantas millones de personas en el mundo, las cosas empiezan a ponerse realmente absurdas. Sin ir muy lejos, la Ciudad de México alberga a casi 9 millones de habitantes en una superficie de 1,495 kilómetros cuadrados, mientras que Auckland a penas alcanza el millón de habitantes en un área de 1,086 kilómetros cuadrados.
Esto quiere decir que la Ciudad de México sólo es más grande en superficie por casi 400 kilómetros cuadrados y tiene 8 veces su densidad de población. Ante este comparativo cualquiera podría decir que los neozelandeses son tremendamente delicados o totalmente ridículos. Sus deseos por querer desplazar a su población para liberar espacio parecen una burla a todas las tragedias que han sucedido sólo por dominar un pedazo de tierra.
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Es cierto que la ciudad de Auckland es una de las zonas más importantes de Nueva Zelanda, incluso se coloca como uno de los mayores puntos sociales, culturales y financieros de todo Oceanía, pero lo único que reflejan es un desprecio y esnobismo radical hacia sus mismos residentes. Pero al parecer eso es lo de menos, porque de eso se tratan los problemas de primer mundo, de transformar lo insignificante e intrascendente para la vida en una necesidad fundamental e intachable.
¿Y por qué la gente tiene tantas ansias de vivir ahí? El gran atractivo de Auckland se divide en dos estratos opuestos. Por un lago, esta es una de la ciudades más cosmopolitas del mundo. Todo aquí es modernidad, lujos y comodidad. Gente de todo el mundo viaja hasta ese lugar para hacer compras y disfrutar una tarde en uno de sus diferentes centros comerciales; viéndolo objetivamente, son los mismos que se pueden encontrar en nuestros hogares.
Por el otro lado, Auckland es atractivo para el turismo porque cuenta con paisajes naturales asombrosos y paradisíacos. Su enormes laderas que se funden con el Océano Pacífico recrean escenarios que sólo aparecen en las películas que tienen temas fantásticos o mitológicos. Fue justo aquí donde se llevó la filmación de la franquicia “El Señor de los Anillos”. De hecho, una de las causas por las que ha incrementado la población es porque la gente quiere vivir en medio de la Tierra Media.
Sabiendo toda esta información se puede podría decir que hay ciudades en el mundo que sólo existen para mofarse de todas las desigualdades económicas y sociales que viven algunos sitios del globo terráqueo. Aún así, por si te lo seguías preguntando, el gobierno de Auckland está dispuesto a pagar toda la movilización de sus familias y darles una enorme indemnización por tomarse la molestia de trasladar su hogar.
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Estas son algunas desigualdades absurdas que se viven en el mundo y que al parecer nunca tendrán fin. A nosotros sólo nos queda ver estas situaciones a lo lejos y soñar con alcanzarlas algún día, aunque la realidad sea que nunca va a pasar. Si te incomodó un poco esta historia, quizá te convenga ver las ilustraciones de la decadencia humana que sólo entenderán las personas con criterio y conocer a los diseñadores que ilustran nuestra cruda realidad.