¿Te has fijado que los árboles son iguales tanto arriba como abajo? Con esa pregunta descubrí dos cosas: a) efectivamente, un árbol puede ser idéntico en sus raíces y sus copas, con la salvedad de que éstas últimas florecen, y b) la persona que formuló esta pregunta era una amiga a quien no podía dejar ir nunca. Con el tiempo he aprendido que esos pensamientos, los cuales aparentan ser simples y llanos, resultan ser aquellos que desatan las investigaciones o las conclusiones más profundas posibles. Y esas formas de pensar son las que se deben mantener cerca siempre.
Dicho cuestionamiento me hizo pensar demasiado; quizá más de lo que debería estar permitido con respecto a algo tan común en nuestros días. Pero posiblemente eso, justamente en el hecho de ser tan cotidianos, recaiga todo el peso de la reflexión. Duré horas mientras repasaba el “qué” del árbol, su “porqué”, incluso indagué en sus “cómo” y sus “cuál”; no podía dejar de observarlos mientras caminaba por la Ciudad de México. Ya era de noche y algunos no se veían mas que como manchas oscuras, pero incluso eso me ayudó a elucubrar más respuestas posibles.
Algo que descubrí, y probablemente haya sido el mejor hallazgo para esa noche, fue que no están ahí de manera exclusiva para nosotros –los humanos–, sino que forman parte de un complejo sistema de supervivencia para el planeta. Si miramos un árbol con detenimiento, es cierto que tiene sus mismas formas tanto en la raíz como en su rama, porque es un conector; es una especie de neurona que, gracias a sus dendritas, permite el paso de afuera hacia adentro y viceversa en la tierra. Es un órgano que posibilita flujos en el cuerpo más grande que conocemos a partir de la experiencia.
Pero, además, no es un conector sólo para el conocimiento y la vida del mundo en tanto materia que nos acoge; lo es para todo lo demás que logra vincularse gracias a él (principalmente como dador de oxígeno). Un árbol estimula tranquilidad, inteligencia, encuentros con el ser amado, tardes apacibles de domingo, descansos y lecturas al pie de su tronco en una soleada tarde, risas de niños que juegan a su alrededor e incluso identidad.
¿Cuántas veces no nos ha hecho sentir únicos un árbol? Ya sea porque debajo de él han tenido lugar nuestros más increíbles besos y abrazos o porque nos brindan un sentimiento de pertenencia e imagen tan grande que no podríamos imaginar el lugar donde vivimos de una manera distinta. Por ejemplo, imaginar mi ciudad sin esa cantidad exorbitante de jacarandas es simplemente imposible.
Lo mismo sucede con otros lugares a lo largo de Latinoamérica; no podrían ser ellos mismos si no tuvieran en sus territorios un árbol que les caracterizara a tal dimensión. Al grado que éste se ha convertido en ícono de su sociedad y sus proyecciones ante el mundo, en países muy específicos.
–
Venezuela
Por ejemplo, sería impensable estar en esta nación y no ver un alegre araguaney por ningún lado.
–
El Salvador
O visitar las verdes tierras de este otro y no encontrar una que otra mancha lila por ahí: la de los maquilishuat.
–
Colombia
Estar en Colombia y ver a las palmas de cera es toda experiencia. Es una mezcla entre asombro y apacibilidad.
–
Perú
En Perú hay unos árboles tan frondosos y tan verdes que es increíble de pensarlos: las quinas.
–
Ecuador
De importancia medicinal y económica para este país, la cascarilla es un árbol que se ha ganado el respeto de sus conocedores a lo largo de toda su historia.
–
Argentina
Las araucarias son árboles en este país que bien podrían pertenecer a un lugar de ensueño. Sus formas exóticas y la belleza con que se desarrollan le hacen uno de los ejemplares más emblemáticos en su región.
–
Brasil
El pernambuco es un árbol grisáceo con espinas e increíbles flores amarillas que caracterizan a este país en sus zonas húmedas.
–
Nicaragua
El madroño es en Nicaragua un tipo de arbusto que da frutos de excelente sabor, aunque muy tenue para algunos.
–
Bolivia
Los paisajes de esta nación se adornan con la presencia de unas palmeras fuera de lo común: las palmas zunkha.
–
Honduras
Lo que para el resto del mundo sólo nos da un significado en determinada época del año, para los hondureños lo hace siempre. El pino es tan propio de su suelo que incluso existe confusión en saber qué tipo específico es el nacional frente a la gran cantidad que tienen.
–
Uruguay
Mirar hacia el horizonte en Uruguay la mayor de las veces significa que tu mirada se cruce irremediablemente con la roja belleza de los ceibos.
–
Chile
Las araucarias, aunque parecen un tronco largo y delgado que sólo está poblado en un extremo muy pequeño de su forma, son árboles muy frondosos y de una peculiaridad atrapante.
–
Paraguay
El tajy es un árbol en esta región que, al igual que en México, hace que sus suelos se cubran de una violeta alfombra en tiempos primaverales.
–
Guatemala
Con algo de misticismo y la ilusión de ser pequeñas, las ceibas pentandras son un distintivo en el suelo guatemalteco.
Los árboles pueden llegar a significar muchas cosas; incluso, en distintas culturas, son tomados con diferentes acepciones y diferentes formas de respeto. Su estancia y pertinencia en el mundo escapa de nuestras manos y quizá de nuestro entendimiento, pero algo obvio es que sin ellos moriríamos, y no precisamente por el aire que nos proveen. ¿Cómo seguir en un México sin ahuehuetes, por ejemplo? Sencillamente imposible.
***
Te puede interesar:
13 platillos con flores que te harán enloquecer
Las flores del parque Hitachi en Japón