Viajar es la oportunidad perfecta para cambiar tu vida. Al hacerlo, las posibilidades de incrementar tus experiencias se multiplican en un cien por ciento. Las riquezas de una cultura, los conocimientos de un entorno e incluso los misterios de un lugar se transforman en la oportunidad perfecta para crecer. Este aprendizaje sin lecciones ni libros ha sido para infinidad de personas la mejor tónica contra el infortunio. Tal y como lo señaló el escritor Julio Ramón Ribeyro: “Ser el eterno forastero, el eterno aprendiz, el eterno postulante, he allí una formula para ser feliz.”
Viajar, sin embargo, no sólo es una ventana a lo desconocido. También es el diálogo necesario entre tus habilidades exteriores y tus fortalezas internas. En ese diálogo, la búsqueda y encuentro del amor es una constante. Existen historias de parejas que se conocieron mientras viajaban, los relatos más inverosímiles son muchas veces las más románticas escenas de coincidencia entre dos personas de cualquier parte del globo.
Estas experiencias son registradas, muchas veces, por cuenta de los propios aventureros que encontraron el amor en donde menos lo imaginaron. Se trata de relatos de amores insospechados, genuinos y por ello valiosos. Experiencias que, sin concebirlo siquiera, cambiaron la ruta de quienes los experimentaron y los convirtieron en los protagonistas de latitudes más allá de una geografía en el mapa: se transformaron en viajeros de un latido próximo al suyo. Un amor de andanzas sin escalas.
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“Siempre supe exactamente lo que quería; quería vivir en Copenhague y ser médico. Estos fueron mis objetivos desde los 12 años y pasé mis años universitarios sonriendo mientras mis amigos estaban confundidos acerca de qué hacer con sus vidas. Ya lo sabía. Así que trabajé duro en la escuela, obtuve las calificaciones que necesitaba y comencé a estudiar medicina en la universidad de Copenhague. Me mudé a mi apartamento en Copenhague a los 18 años y también fue uno de los más jóvenes de mi clase. En mi tiempo libre trabajé en hospitales como enfermera suplente.
Como lo imaginé, mi intento de ser perfecto estaba destinado a fracasar. Dejé la escuela y perdí el concepto de quien era yo. Me di cuenta de que siempre me había definido en términos de las expectativas de los demás. Exhausto, compré un billete de avión a España sólo con mi mochila. Así es como me pasó que un día, en el patio de un albergue en Granada, había en la parte de atrás del grupo un hombre guapo, pero no era mi prioridad hablar con él más que con el resto…”
Este es el comienzo de una de las tantas historias registradas por los usuarios de reddit travel, un sitio en el que los viajeros y cibernautas comparten sus experiencias de ruta, sobre todo cuando necesitan responder a la inquietud de hablar sobre aquello que les significó un recorrido no sólo para sus pies, sino también para los pasos de su corazón. La historia referida una líneas atrás se títula “The danish girl who fell in love with an american guy” (la chica danesa que se enamoró de un chico americano), y recrea, sin la necesidad de proporcionar sus nombres, la forma en la que ella conoció a quien se convertiría en uno de sus más bellos recuerdos de viaje.
“Cuando llegué a Valencia, cuatro días antes de lo que había planeado al inicio, él extendió su estancia allí y así pudimos pasar un día más juntos. Cuando nos despedimos, en Granada, sabíamos que volveríamos a vernos en Barcelona, pero no por eso no fue doloroso. Y cuando él se fue, pasé mi estancia en Granada maldiciendo el sistema de trenes. (…) Cuando finalmente llegué al último día del carnaval en Barcelona, él me tomó de la mano y me arrastró donde el último gran desfile estaba pasando y las calles estaban llenas de niños sonriendo. El clima era perfecto y Barcelona nunca fue más hermoso que ese día…”
El relato ofrece a los lectores un recuento minucioso de los pormenores de las circunstancias en las que sucedió el romance. Lugares por recorrer, palabras no dichas, miradas convertidas en mapas y brújulas sin una dirección real sino la del ritmo acompasado del corazón. Un corazón con memoria propia, capaz de recordar con pasajes como este: “No recuerdo mucho esa mañana, pero recuerdo el silencio. Caminamos juntos hasta la estación del tren y yo apreté su mano desesperadamente; enojada por que el tiempo es muy injusto y tendría que dejarlo ir. Fue doloroso: Nos miramos una última vez y él me dijo con voz muy seria que se estaba enamorando de mí…”
Las narraciones se multiplican en el sitio electrónico. Miles de usuarios dejan escrita una historia que intentan llevar más allá de sus recuerdos y la comparte con el mundo. El mismo que nunca se enteró de ellas, pero que no sería el sitio que es sin esos periplos que levantan puentes entre las persona sin necesidad de pasaporte alguno.
“Recuerdo haber leído mi libro en la cubierta superior del ferry desde Brindisi, en Italia a Patras, Grecia. De pronto, una chica muy agradable vino sentarse a mi lado. Nunca nos fuimos a dormir, y sólo hablaba y hablaba mientras navegaba bajo la cálida noche de luna llena. Ella trajo una botella de vino y la compartimos. Había esas sonrisas incómodas cuando nos miramos, pero nunca nos besamos. La conexión era cálida y fuerte.
A su llegada a Patras decidimos tomar el desayuno hasta que llegara su autobús a Atenas. Tomaría el tren hacia el sur más tarde. Después de algunos cafés y pan, su autobús de repente llegó. Así que se levantó, recogió su bolsa, me saludó con la mano y desapareció en el autobús que se alejaba. Se sentía triste … ¿cómo fue que ella dejó un vacío real después de sólo que una noche?Entonces sucedió algo increíble. Su autobús se detuvo después de unos 100 metros, abrió la puerta y salió corriendo hacia mí. Ella me dio un gran beso antes de que ella corriera de nuevo a su autobús y se marchara. Es un dulce recuerdo de ese verano en Grecia.”
Nacimos para estar en movimiento y así andamos bajo el periplo de las estrellas, la ruta de las aves y el transcurrir silencioso de las nubes y los astros. No obstante, historias como las anteriores, donde las palabras, los besos y las miradas se repiten con insistencia, están aguardando por nosotros en alguna calle al otro lado del mundo.
Es cierto, hay viajes que deben hacerse para encontrarnos y viajes para encontrarse con alguien más. Viajes para hacerlos en solitario y viajes para disfrutarlos acompañados. Lo importante es no dejar de perseguir las estrellas. El poeta chileno Vicente Huidobro lo dijo mejor: “Los veleros que parten a distribuir mi alma por el mundo, volverán convertidos en pájaros…”
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