Mi primer acercamiento a la idea de París fue mediante el arte, por supuesto. Era muy pequeño cuando me dejé maravillar por las pinturas clásicas y modernistas que provenían de esta región; la concepción de que todo lo artístico ha tenido su eterno hogar en territorios parisinos se ha generalizado desde hace mucho tiempo y no hemos podido renunciar a ella. Pero no hace falta. Aun cuando tenga (ahora) mis dudas al respecto, siempre ha crecido esa semilla en mi interior, pensar que este destino europeo alberga la exquisitez y la experimentación necesarias para moldear las prácticas estéticas hasta el fin de los tiempos.
Después del arte, vino a mi mente el tema de la moda; ¿qué otro lugar en el planeta para marcar las creaciones de esta industria en nuestras vidas? Cuando descubrí quiénes eran Christian Dior, Gabrielle Chanel e Yves Saint Laurent también fue uno de los grandes hallazgos en mi existencia, ¿de dónde provenían estos genios que supieron conjugar a la perfección estilo, inventiva, sofisticación y creatividad? No podían ser de otro sitio, claramente. Con el paso de los años se insertaron más nombres en mi cabeza, como Christian Lacroix, Louboutin e Isabel Marant para aumentar mi fascinación por dicho país.
Y la cocina… No mencionemos su gastronomía porque me invaden unas ansias dementes por salir corriendo e ir en busca de unas Cougères de queso, coq au vin (estofado de pollo) o un pan untado con crème de marrons (mermelada de castañas). Existen un sinfín de cocinas en el mundo pero, sin miedo a equivocarme, con dos de ellas bastaría para conocer el cielo en la tierra: la mexicana y la francesa.
Con todas estas inquietudes rondando mi pensamiento, fue que finalmente me decidí a ahorrar y planear un viaje a París. El resultado: me quedé con la sensación de no haber aprovechado a cabalidad todo lo que esta mítica nación tenía para ofrecerme. Sentí que el tiempo no rindió y presté atención a cosas que quizá no debía. Repasándolo más de mil veces y tratando de encontrar una solución ante lo ya irresoluble, descubrí que había una manera exacta de ir a la capital francesa y no desperdiciar ni un solo minuto.
¿Cuál fue el veredicto? Si divides tus intereses específicamente en momentos primordiales para un día turístico y distribuyes con tranquilidad las experiencias que crees necesarias durante tu estancia parisina, es posible lograrlo todo en un fin de semana. Suena increíble, pero he aquí mis sugerencias:
Sábado
1. Comienza el día en Holybelly. Un café que te dará toda esa emoción que se requiere para un día en París. Prueba sus huevos escalfados y muere de tanta delicia.
2. Antes de cualquier otra cosa, ¿por qué no vas a The Compotoir Général Concept Store para maravillarte con cosas que no sabías que necesitabas? Esta tienda de curiosidades es tan extravagante y curiosa que querrás todo lo que se encuentra en su interior.
3. Será un cliché, pero no puedes dejar esta ciudad antes de ir al Louvre. Sí, serán horas de filas sin sentido y una multitud inimaginable frente a “La Mona Lisa”; sin embargo, es una parada básica en tu itinerario si nunca has ido. En caso contrario, debes dirigirte a Ie 104, un espacio interdisciplinario para la creación artística contemporánea.
4. Cuando decidas comer, ve a Hai Kai; un restaurante que cambia su menú a diario y cuenta con una increíble vista hacia el canal de Saint-Martin.
5. Necesitas diversión y vida nocturna en tu visita, entonces, The Louxor Cinema debe ser un must. Este cine-bar, con sus perfiles Art Deco y Surrealistas, lo tiene todo para admirar la noche como nunca antes.
6. Si todavía tienes hambre en este punto del día, Le Fantôme es tu mejor opción para tomar cerveza y pizzas antes de ir a descansar.
7. Hotel Fabric será tu alojamiento por un par de noches; no se requiere más para disfrutar los detalles fantásticos en cada rincón del inmueble y cumple con su cometido: dormir tranquilamente.
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Domingo
Ya que ha amanecido y necesitas recobrar fuerzas para tu segundo día en la capital de la moda, el arte y la comida, dirígete a Du Pain et des Idées. Pan y chocolates para demostrarte que una mañana puede ser tremendamente calórica.
2. La Gaîté Lyrique es un teatro de la Belle Époque que ahora funciona como un centro de artes multimedia. Ve a distraerte un poco y recuerda que el arte clásico está bien, pero Francia tiene mucho por ofrecer aún.
3. Ofr Librairie es la librería perfecta para hacer una pequeña escala y traer increíbles souvenirs a tu regreso.
4. Visita el Arco del Triunfo y admira la cantidad de calles por las que puedes caminar para maravillarte con sus esculturas y adornos paisajísticos; ¿por qué no tomas Champs Elysées hasta que caiga el atardecer? Podrías incluso intentar un picnic frente a la torre Eiffel, pero no creas que serás el único allí y que será tan apacible como se ve en las fotos de la agencia turística. Mi sugerencia es que comiences en el Arco, después vayas al Grand Palais, al Musée de l’Orangerie o a d’Orsay y finalices en un punto donde tu mirada abarque el Sena y a la famosa torre parisina.
5. Para cerrar la noche; unas copas en el David Toutain y la promesa de volver algún día con más tiempo. Regresa a tu hotel y descansa.
Es cierto, tratar de abarcar toda una ciudad y el aire que le cubre en un par de días no es posible. Pero piénsalo, si sólo estuvieras ahí por una escala de intercambio escolar porque tu trabajo no te permite más tiempo o porque estás en un tour europeo y necesitas apresurarte para que no expiren tus boletos, ¿acaso no harías lo que aquí se detalla? Es claro que faltan la Sainte-Chapelle, el Centre Pompidou, Notre Dame, entre otros, pero estos ya los puedes intercambiar con algún otro punto que no te llame la atención en la lista.
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