Bien lo dijo el periodista, crítico y escritor François Mauriac: “París es la soledad rodeada de gente”. El encanto de la llamada Ciudad de la Luz tal vez reside en esa capacidad de reunir un sentimiento colectivo que al mismo tiempo es íntimo y profundamente personal, una sensibilidad que difícilmente sale a colación en un lugar cualquiera. Esto puede verse no sólo en sus lugares secretos, sino también en las cosas gratuitas que puedes hacer cuando la visites. Sin embargo, hay un punto especial que es capaz de cautivar y atrapar durante horas a los lectores y románticos. Se trata de la icónica librería Shakespeare and Company, que por modesta tal vez no está entre las 10 librerías más hermosas del mundo.
George Whitman, fundador en 1951 de Shakespeare and Company, junto a su hija Sylvia, actual propietaria
Las librerías siempre han sido un reflejo del pensamiento del ser humano, donde se resguarda el bagaje cultural que construye su historia. Una librería se concibe como el espacio físico que almacena el intelecto colectivo y desde donde, de alguna manera, se puede escapar de la realidad por medio de la libertad de otro.
Toda historia empieza por el principio, y la de Shakespeare and Company se remonta a unas cuantas décadas atrás. El lugar actual se emparenta estrechamente con un establecimiento conceptualizado por la editora Sylvia Beach, quien lo encabezó de 1912 a 1941, en el número 12 de la calle Odeón. Durante esa época fue considerada como un refugio de la cultura angloamericana y fue frecuentada por Ernest Hemingway, Ezra Pound y F. Scott Fitzgerald y Gertrude Stein, entre muchos otros.
La guerra y la ocupación nazi obligó a que la Shakespeare and Company fuera clausurada. Sin embargo, era cuestión de tiempo para que su legado resurgiera. Desde 1951, la librería de la 37 en la calle de la Bûcherie, situada en el Latin Quarter de París, a un costado de Notre Dame y contiguo a La Rivière Seine, se ha convertido en el punto de reunión de lectores, escritores y curiosos de todo el mundo, un auténtico templo de la bohemia. Este recinto no siempre fue el ícono que es hoy. Originalmente la construcción fue habitada por monjes. No es de extrañarse, pues desde que entran las personas pueden percibir la quietud y el apacible silencio que reina en su interior. Abrió sus puertas al público como tienda de libros bajo el nombre Le Mistral. No obstante, su fundador, el estadounidense George Whitman lo cambió por el nombre actual en abril de 1964, en honor al bardo y como homenaje a la librería original.
“Creé esta librería como quien escribe una novela, construyendo cada habitación como un capítulo. Me gusta que la gente abra la puerta de la forma en que abren un libro, un libro que conduce a un mundo mágico en su imaginación”, dijo Whitman. Actualmente, Sylvia, la única hija de Whitman, se encarga de darle vida al legado de su padre, quien falleció el 14 de diciembre de 2011. Además de ser un auténtico refugio de la cultura y de las letras anglosajonas, en los últimos años la librería ha sido escenario de historias del cine. Ejemplos de ello son las películas Midnight in Paris (2011), de Woody Allen, y Before Sunset (2004), de Richard Linklater.
Ethan Hawke y Julia Delpy en la entrada de la librería, escena de Before Sunset
Además de su nutrida selección de primeras ediciones y una exquisita curaduría, sus peculiaridades y especiales detalles la hacen aún más agradable y atractiva para visitar. Shakespeare and Company tiene como mascota a un fiel felino que se cuela sutilmente por los rincones y suele tomar siestas muy profundas. También cuenta en una de sus paredes con una frase a modo de bienvenida y de recordatorio sobre la cultura que promueve el establecimiento. La frase se traduciría en castellano como: “No seas inhóspito con los extraños, no vaya a ser que sean ángeles disfrazados”. A menudo atribuida a Shakespeare o también a Yeats, de hecho se trata de una frase parafraseada de la Biblia, que muy probablemente el propio Withman escogió y escribió a mano.
Así, caminar por los pasillos de Shakespeare and Company, conocer a las personas que mantienen con vida a este sitio, deslizar los dedos sobre los libros, subir los escalones como si el tiempo no existiera para apreciar cada centímetro de este lugar o simplemente encontrar el título perfecto que se irá bajo tu brazo con el sello de la librería puede convertirse en un respiro profundo lleno de sentimientos con una mezcla de deseos por quedarte el mayor tiempo posible. Sin duda experiencia irrepetible.
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Las capitales de Europa siempre tienen algo de interés que ofrecer a sus visitantes. Si eres un genuino amante de la lectura y visitas Madrid, no puedes perder la oportunidad de pasar por estas librerías.